EL CORRIDO DE LA CRISTIADA EN ZACATECAS Y EL NORTE DE JALISCO

THE CORRIDO OF THE CRISTIADA IN ZACATECAS AND NORTH OF JALISCO


10.14718/CulturaLatinoam.2023.38.2.3



Luis Rubio Hernansáez 1
Jesús Becerra Villegas 2

1 Universidad Autónoma de Zacatecas
0000-0002-4357-3218
luisrubiohernansaez@hotmail.com

2 Universidad Autónoma de Zacatecas
0000-0002-9981-1983
jebevi@uaz.edu.mx


El presente artículo es resultado del trabajo de investigación del cuerpo académico de posgrado en Ciencia Política, UAZ-CA-76. Universidad Autónoma de Zacatecas, México.


Fecha de recepción: 1 de septiembre de 2023
Fecha de aceptación: 30 de diciembre de 2023.


Referencia: Rubio Hernansáez, L. y Becerra Villegas, J. (2023). El corrido de la Cristiada en Zacatecas y el norte de Jalisco. Cultura Latinoamericana, 38(2), 84-108. DOI: http://dx.doi.org/10.14718/CulturaLatinoam.2023.38.2.3


Resumen

Entre 1926 y 1942, se desarrolló en el occidente, centro y sur de México la Cristiada, un conflicto armado en el que el Gobierno federal se enfrentó con grupos católicos que defendían su fe y su iglesia. Una de las regiones más activas en las tres fases de la guerra estuvo conformada por la mayor parte del estado de Zacatecas y por el norte del estado de Jalisco, pertenecientes por colindancia a un mismo obispado, con sede en aquella primera entidad federativa. El conflicto cristero en esta región fue especialmente profuso en composiciones populares llamadas corridos, obras de calidad literaria y musical que produjeron numerosos héroes marcados por la tragedia de un cristero o de su contrincante. El presente documento se suma al esfuerzo de preservación del género y ofrece un panorama abreviado del corrido durante la Guerra Cristera en la zona a partir de fuentes primarias y secundarias.

Palabras clave: Corrido mexicano; Cristiada; conflicto cristero; Zacatecas; Jalisco.


Abstract

Between 1926 and 1942, the Cristiada took place in the central and southern regions of western Mexico. It was an armed conflict in which the federal government clashed with Catholic groups who defended their faith and their church. One of the most active regions in the three phases of the war was made up of most of the state of Zacatecas and the north of the state of Jalisco, ruled by the bishopric based in that first federal entity. The cristero conflict in this region was especially profuse in popular compositions called corridos, works of literary and musical quality that produced numerous heroes marked by the tragedy of a cristero or his opponent. This document adds to the effort to preserve the genre, offering an abridged overview of the corrido during the cristero war in the area, from primary and secondary sources.

Keywords: Mexican corrido; cristero conflict; Cristiada; Zacatecas; Jalisco.



Contexto histórico nacional

El conflicto religioso que enfrentó el Estado mexicano con parte de la población católica, entre 1926 y 1942, ha sido estudiado profusamente. Se destaca la obra en tres volúmenes de Jean Meyer (2004), La Cristiada, que se mantiene como la referencia. Entre las regionales contamos, por ejemplo, con las publicaciones de Antonio Avitia Hernández (1998), Moisés González Navarro (2003) y José Luis Sánchez Gavi (2009).

Después de años de luchas revolucionarias, que comenzaron en 1910, los grupos victoriosos, liderados en ese momento por Venustiano Carranza y sin la participación de villistas y zapatistas, se reunieron en una convención en Querétaro, de la cual surgió, en 1917, una nueva Constitución Política para el país que sustituyó la de 1856. Esta, además de comprender grandes inquietudes sociales, contenía diversos artículos que iban dirigidos, en la práctica, contra la Iglesia católica, lo que causó numerosos incidentes en los años sucesivos. Cabe señalar entre ellos la rebelión delahuertista de 1924. Aunque teóricamente esta no contenía ningún elemento vinculado con la cuestión religiosa, en muchos lugares fue vista como un levantamiento contra el grupo de Sonora, que se había hecho con el control político de la nación, y su contenido revolucionario y antirreligioso, de cuño francés. No extraña, pues, que en Zacatecas y el norte del estado de Jalisco participaran hombres que luego serían connotados luchadores llamados "cristeros". Entre otros, se encuentran Pedro Quintanar, de Valparaíso (Zacatecas); Herminio Sánchez, de Colotlán (Jalisco), y Perfecto Castañón, de Fresnillo (Zacatecas).

Con la llegada a la Presidencia de Plutarco Elías Calles, en 1926, la tensión se trasformó en enfrentamiento violento. En efecto, el nuevo mandatario decidió legislar varias de las disposiciones derivadas de los artículos constitucionales, así como imponer su uso estricto, lo que fue contestado de inmediato por elementos católicos con la formación de la Liga en Defensa de la Religión, que estableció un boicot económico.

Por otro lado, el episcopado mexicano optó por implantar la radical medida de cerrar los templos y suspender el culto. Aunque esta fue una decisión de la propia Iglesia, en el escenario popular y en muchas partes de la nación se entendió la suspensión como una acción gubernamental, lo que desató los enfrentamientos violentos (Meyer, 2004).

La Liga y su filial jalisciense, la Unión Popular, no encontraron una salida legal, por lo que decidieron iniciar un levantamiento armado para enero de 1927. Sin embargo, ya hacía semanas que se estaba luchando en el estado Zacatecas y en el norte de Jalisco.

Debemos advertir que la inclusión de la parte norte de Jalisco se debe a que, para los efectos del conflicto, esta zona geográfica estuvo ligada al estado de Zacatecas, cuyo territorio rodea sus tres cuartas partes. Asimismo, una porción importante de este se encuentra incluida en el obispado zacatecano, por lo que no extraña que compartieran los vaivenes de la confrontación. Lo contrario ocurre con el municipio de Nochistlán (Zacatecas), más ligado a la región de los Altos de Jalisco y al estado de Aguascalientes.

Los que tomaron las armas, aunque nunca o casi nunca utilizaron el término, popularmente fueron denominados "cristeros", debido a que solían entrar en combate invocando a Cristo Rey. Así han pasado a la historia hasta el día de hoy y el conflicto, como Cristiada o Guerra Cristera.

La guerra en Zacatecas y el norte de Jalisco

La fase de lucha de mayor intensidad tuvo lugar entre los años de 1926 a 1929. Esta es la guerra propiamente dicha; sin embargo, en la década siguiente hubo un rebrote importante, que fue languideciendo con el paso del tiempo. Para 1937, los alzados eran ya muy escasos, pero se mantuvieron incidentes hasta entrados los cuarenta. Desde ese año se puede hablar de la pacificación, no exenta de hechos violentos. Estas tres fases nos servirán como hilo conductor para los efectos del presente trabajo.

La Primera Cristiada (1926-1929)

Ya desde el verano de 1926 se presentaban disputas en varios lugares de este territorio, algunos de los cuales quedaron reflejados en la célebre novela Héctor, de J. Gram. En Momax, población zacatecana vecina de la jaliscienese de Colotlán, hubo ejecuciones de civiles por parte de las fuerzas federales, en un hecho aún hoy poco conocido. Mientras, en el rancho El Tigre, municipio de Villanueva, cierto grupo de vecinos que salió para impedir el cierre del templo mantuvo escaramuza sangrienta contra un destacamento de soldados (Rubio Hernansáez, 2007). Casi al mismo tiempo, tres miembros de la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), arrestados bajo la acusación de conspirar contra el Gobierno, fueron asesinados en Chalchihuites (Zacatecas), debido a que el respetado ganadero Pedro Quintanar intentó liberarlos por la fuerza, en atención a las súplicas de los vecinos.

Pero el gran foco del conflicto emergió en el sur, muy especialmente en la confluencia de los estados de Zacatecas y Jalisco, correspondiente a los municipios de Valparaíso y Huejuquilla el Alto. Aquí se inició el primer enfrentamiento estricto entre un contingente del Ejército y rebeldes armados, bajo el mando del mencionado Pedro Quintanar, retornado de Chalchihuites, y de Aurelio Acevedo Robles, entre otros. Esto ocurrió mucho antes de que se produjeran los alzamientos en otros lugares de la nación. Se trató del combate de Huejuquilla, de agosto de 1926 (Acevedo, 1954). Ese fue el único en el que participó un ranchero llamado Valentín Ávila, inmortalizado en uno de los corridos más famosos de la tradición musical mexicana: el "Corrido de Valentín de la Sierra".

Aunque este primer levantamiento fracasó por diversas causas, se retomó a fines de ese año de manera modesta y se consolidó poco a poco, hasta el punto de que los cristeros pudieron controlar varios municipios del sur de Zacatecas y del norte de Jalisco durante los primeros meses de 1929. No obstante, en mayo se suscribieron los acuerdos entre la Iglesia y el Gobierno, que pusieron fin aparente a la lucha, sin que la jerarquía católica se tomara la molestia de consultar la opinión de los luchadores que habían combatido por años.

Además de los conflictos en la zona mencionada, también se observó el auge armado en otras partes del norte de Jalisco, como Colotlán, en conjunto con los cañones de Zacatecas, es decir, los de Juchipila y Tlatenango. Aquí se destacaron los líderes Teófilo Valdovinos, José María Gutiérrez y José "Pepe" Sánchez. En la zona de Nochistlán surgieron cabecillas como Tirso Jiménez, Casimiro Sepúlveda o Ramírez de Oliva, aunque este no era originario de la zona.

La Segunda Cristiada (1934-1937)

El mantenimiento de la política religiosa y su radicalización, la "enseñanza socialista", el resentimiento, la persecución que sufrió parte de los combatientes y otros factores propiciaron un segundo levantamiento en los años treinta.

El hecho de que el encargado de la insurrección fuera el zacatecano Aurelio Acevedo Robles como jefe del Subcomité Especial, que era el órgano de la Liga para la lucha armada, influyó en que esta franja volviera a ser de las más conflictivas1. Sin embargo, las circunstancias resultaron diferentes. La Iglesia negó cualquier apoyo y las fuerzas del Gobierno, compuestas tanto por los agraristas como las defensas rurales, aparte del propio Ejército federal, estaban mejor organizadas y armadas. Además, muchos excombatientes, frustrados por el anterior resultado y lo que consideraban una traición de los obispos, se negaron a empuñar de nuevo las armas. Fue más bien una guerrilla repleta de escaramuzas, asesinatos y venganzas, si bien en otros estados como Durango ocurrieron combates de mayor entidad. Sobre 1934 comenzaron las escaramuzas, pero en esta ocasión, los rebeldes no ocupa­ron ninguna entidad de importancia. No obstante, en muchas partes los caminos eran inseguros y todos los que, de alguna forma, estaban relacionados con el Gobierno corrían riesgos en el mundo rural. El conflicto se complicó con la "educación socialista" promovida por las autoridades, que fue vista como un auténtico ataque frontal contra el catolicismo. Aunque no podemos detenernos en esto, afirmamos que sí tuvo consecuencias trágicas, como la muerte de varios maestros, entre ellos, Vicente Escudero y María Murillo.

La Postcristiada (1938-1942)

Representa el momento en el que se apacigua el problema y se busca la vía de la reconciliación. A pesar de que no era para nada clerical, el presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940), que había expulsado a la facción callista poseedora del poder desde 1926, consideró que había problemas más urgentes en el país que mantener un conflicto religioso que conllevaba múltiples consecuencias negativas.

Esta orientación se concretó en el período de su sucesor, el general Manuel Ávila Camacho (1940-1946), con quien se estableció el llamado statu quo entre el Gobierno y la Iglesia, que se mantuvo hasta las reformas del presidente Carlos Salinas de Gortari (1988-1994). En el estado de Zacatecas, esta política pacificadora se inició con el gobernador y general Félix Bañuelos (1936-1940) y continuó con el de Pánfilo Natera (1940-1944).

No obstante, minúsculos grupos de alzados en lo recóndito de las sierras se negaban a rendirse. Aquellas gavillas más bien habían degenerado en el bandolerismo, pero en muchas ocasiones, sus víctimas (maestros, funcionarios, miembros de las defensas rurales) denotaban una clara tendencia ideológica por la que los rebeldes los identificaron con el Gobierno. Los viejos odios causados por el conflicto no podían apagarse en meses, ni tan siquiera en años, así que se propiciaron hechos violentos que podemos denominar postcristiada. Por supuesto, esto debería dar lugar a su correspondiente número de composiciones.

Hay que destacar que, terminado el conflicto y en un período de estabilidad que duró muchos años con un partido hegemónico, ni el Gobierno ni las autoridades eclesiásticas deseaban que se hablara mucho de esta guerra (más bien, nada), pero la música popular no se podía ocultar.

Los corridos cristeros

Existe el consenso entre especialistas acerca de que el romance español es antecedente del corrido mexicano. Vicente T. Mendoza (1976) lo caracteriza como:

[...] género de muchos alcances y larga trayectoria, que con el tiempo será uno de los más firmes soportes de la literatura genuinamente mexicana, conservado por medio de hojas sueltas impresas en casas editoriales de modesta apariencia y transmitido por boca del vulgo, ha alcanzado una dispersión geográfica que abarca no solamente el territorio nacional, sino que rebasando las fronteras ha llegado a diversos puntos de la unión americana (p. viii).

Daniel Castañeda (1943) sintetiza diversos estudios para aportar los siguientes elementos: los primeros corridos registrados aparecieron a mediados del siglo XVII novohispano y alcanzaron el calificativo de manifestación popular desde inicios del siglo XIX, aún tiempos de la Colonia. Los focos donde se produjeron son el norte y el centro del país. En el sureste existían otras formas de música popular. Los corridos son canciones versificadas que, en principio, transmiten información de acontecimientos de interés popular y, por su forma, construyen leyendas en torno a personas, lugares y episodios. Más adelante ampliaremos la caracterización de este género.

En cuanto a los corridos cristeros presentaremos un panorama de todo este período que se determina, por otro lado, por su gran riqueza compositiva, no vista en la región ni en el país desde las luchas revolucionarias, y es que el corrido es, sin duda, indisoluble del término "conflicto". En realidad, el corrido de la guerra cristera es una continuación del revolucionario y, de hecho, sus protagonistas casi siempre se habían visto implicados en esas luchas2.

Los corridos de la Primera Cristiada (1926-1929)

Sobre la primera confrontación hay que señalar un antecedente: la sublevación delahuertista de 1924, ya mencionada, y el hecho de que esta zona centro-occidental del país se puede considerar más bien estradista, por ser su principal impulsor el general zacatecano Enrique Estrada, que ya había enfrentado a los elementos agraristas y, por tanto, partidarios del Gobierno.

El corrido más afamado es, sin duda, "Martínez y Talamantes". Martínez, viejo rebelde, se une a la revuelta, según algunos, con ayuda interesada de los hacendados de Valparaíso (Zacatecas). En el corrido se narra la salida de las defensas del Valle (Valparaíso) favorables al Gobierno, al mando de Jesús Talamantes, en busca del rebelde Martínez, y el encuentro violento que terminó en la muerte de los dos cabecillas enemigos, tanto Martínez como Talamantes. Su letra es claramente proagrarista y gubernamental; así se afirma al final, cuando se cuenta que murió Talamantes: "[...] por defender a su patria" (anónimo, como se cita en Rubio Hernansáez, 2015, p. 25). Hay que destacar que entre los que acompañaban a Martínez estaba el connotado rebelde Perfecto Castañón, del que luego hablaremos.

Ya entrados en la primera fase de 1926 a 1929 destacamos entre varios, cinco corridos: "Valentín de la Sierra", "La toma de Mezquitic" o "Corrido del padre Montoya", "López y Castañón", "Batalla del Tesorero" y "El Mano Negra".

El primero, como ya anunciamos, es uno de los más famosos de la tradición musical de este género. Sobre su autoría existen discusiones: algunos se lo atribuyen al compositor Rito Betancourt y otros, al también músico Lidio Pacheco. En realidad, para la gente de mayor edad de Huejuquilla el Alto (Jalisco), nunca ha existido esta controversia y se da por sabido que el autor fue Chemino Noriega, campesino y músico aficionado (Rubio Hernansáez, 2015), aunque es cierto que luego fue modificado en varias estrofas por Lidio Pacheco y más adelante, por otros intérpretes.

Estas modificaciones constituyen uno de los fenómenos más interesantes que refleja cómo ese tipo de composiciones se trasforma o se adapta a las nuevas circunstancias políticas y sociales. Así, la figura de los agraristas que, junto con militares, lo apresaron y lo llevaron a la ejecución, desaparece en la versión habitual moderna, igual que los nombres de sus jefes.

Lo mismo ocurre con otras cuestiones que no eran políticamente correctas desde el statu quo. De esta manera, por poner algunos ejemplos, en la versión original se dice: "El general le pregunta dónde está el curato y la casa de Justo". El curato se refiere a la casa donde se alojaba el sacerdote. En cuanto a Justo, se trata de Justo Jaime, líder de la Liga en el municipio de Huejuquilla el Alto en aquellos momentos. Por su parte, en la versión modificada se lee: "El general les pregunta dónde está el jurado y la causa que juzgo". Esta variación resta mucho valor histórico y, por otro lado, se antoja equívoco y confuso el contenido modificado.

De igual forma, el rancho Los Landa se transforma en una hacienda de Holanda (que nunca existió). Aparece también el guerrillero Mariano Mejía, que tomó las armas cuando Valentín llevaba ya mucho tiempo muerto, etcétera3.

El "Corrido de Ávila" es un claro ejemplo de mitificación popular. Nunca fue jefe ni mandó fuerzas; solo participó en un combate (el primero) y regresaba a su hogar de manera pacífica cuando fue aprehendido y ejecutado, pero su narración simbolizó el espíritu de lucha del ranchero cristero que había encontrado su lugar en esta sociedad rural.

Perfecto Castañón es uno de los personajes más famosos del conflicto en este territorio. Su famosa fotografía tomada en Huejuquilla el Alto, con otros jefes rebeldes, ha aparecido en un sinnúmero de libros sobre el tema. Con un largo historial de rebeldía (estuvo con Martínez cuando el encuentro con Talamantes, como dijimos), se alzó de mala gana y por presiones de allegados, ya que parece que estaba cansado de tomar las armas, a pesar de su juventud. Sin embargo, terminó por comprometerse activamente y se convirtió en uno de los jefes más carismáticos de la guerra. Organizó y dirigió el regimiento Libres de Fresnillo, denominado así por nutrirse de gente de este municipio zacatecano. Terminó herido y apresado en un combate con las fuerzas del general Anacleto López, en marzo de 1928. Fue llevado a la capital Zacatecas, donde se negó a aceptar una oferta para unirse al Gobierno y desertar de la causa religiosa. Al final fue colgado en Jerez, ciudad del mismo estado.

El corrido "López y Castañón" es anónimo, quizá de un soldado de las tropas de López, pero esto no quita la simpatía que muestra hacia el jefe rebelde. Aunque existen varias versiones, creemos que la más acertada es la que grabó el Instituto Nacional de Antropología e Historia, de México (INAH), en los años ochenta, a pesar de que no aparece completa, por ser un corrido muy largo en estrofas.

"La Toma de Mezquitic" tiene relación con esta población del norte de Jalisco, muy cercana a Huejuquilla el Alto; a diferencia de esta, se alineó decididamente del lado del Gobierno, lo que conllevó el ataque de los rebeldes y su derrota, en diciembre de 1927. No obstante, el éxito no duró y, en enero, el pueblo fue tomado por los cristeros, esta vez sin resistencia. Permaneció ocupado todo el resto de la guerra (Rubio Hernansáez, 2007). Es de los pocos corridos claramente hostiles a los cristeros, a los que califica de bandidos, y narra ese primer combate, que se saldó con la efímera victoria de los gobiernistas. En él se menciona a Pedro Quintanar y al padre Montoya, quien era uno de los escasos sacerdotes que permanecieron en la zona y acompañaron a los rebeldes.

En 1929 ocurrió quizá el combate más importante del conflicto en el estado, cerca de Jerez, en la Hacienda del Tesorero, donde fueron derrotados el 23° y el 25° regimientos de caballería federales más los agraristas de Jerez, por las fuerzas de Aurelio Acevedo y Justo Ávila (Rubio Hernansáez, 2007). El corrido con el nombre de la hacienda fue recogido por Antonio Avitia Hernández (1998).

Tanto "La toma de Mezquitic" como "La Hacienda de Tesorero" son de los pocos que se refieren a hechos de armas concretos, al menos, en lo que respecta a Zacatecas y el norte de Jalisco. Cada uno representa una victoria de cada bando, aunque fugaz en el caso de Mezquitic; "La Batalla del Tesorero", por el contrario, es claramente de simpatías por los sublevados y contraria a los agraristas, a quienes representa como ladrones:

¿Qué pensarían agraristas?
Que era como otras veces
que bajaban de la sierra
con sus partidas de reses (Avitia Hernández, 1998, p. 122).

Un aspecto que debemos apuntar con la finalización del primer conflicto es el hecho de que los acuerdos no concretaron ninguna garantía a favor de los rebeldes, razón por la cual bastantes serían asesinados, en muchos casos, por venganzas derivadas de la guerra (Meyer, 2004).

Entre los más destacados corridos sobre estas muertes por los agravios contamos con el "Corrido de Casimiro". Se refiere a la muerte atroz que dieron al antiguo rebelde de las zonas de Nochistlán, Zacatecas y norte de Jalisco, Casimiro Sepúlveda, más conocido como el Chueco de Ostotán. El corrido se destaca por su rara crudeza. Como es habitual, no está claro su autor; algunos hablan de Toribio Alfaro, pero otros lo dan como anónimo, compuesto en Santa Bárbara o en Ostotán (Rubio Hernansáez, 2015).

El "Corrido de los Valdez" o "Hacienda del Astillero" narra el asesinato de hermanos participantes desde el primer combate de Huejuquilla. Tras la guerra, por razones de seguridad, ellos se retiraron al Astillero, población de simpatías cristeras; sin embargo, por venganza relacionada con la guerra4 los mandaron a asesinar a traición (Rubio Hernansáez, 2015).

En este corrido, la versificación adquiere una enorme riqueza y perfección dentro de los cánones de música popular. Finaliza con estos versos:

Hacienda del Astillero,
¿por qué estás tan afligida?
Será porque a los Valdez
ya les quitaron la vida.
Del cielo nace el agua,
en el agua nada el pez.
Aquí termina el corrido
de los hermanos Valdez
(anónimo, como se cita en Rubio Hernansáez, 2015, p. 89).

Los corridos de la Segunda Cristiada (1934-1937)

Sin mucho apoyo popular y de la Iglesia, lo cual repercute en lo anterior, con bandas mucho más pequeñas y enfrentados a un Ejército más poderoso y a las defensas, mucho mejor preparadas, como ya dijimos, los cabecillas fueron abatidos poco a poco, salvo algunos que fueron indultados por las autoridades. Durante esta fase, las letras se tratan casi en exclusiva de jefes y su muerte violenta. De este período podemos destacar, entre otros, "Trino Castañón", "Salvador Juárez, el Charro Juárez", "Alfonso Medina", "Pedro Sandoval", "Jovita Valdovinos" y "Chon de Haro".

Trino, pariente lejano del antes mencionado Perfecto, luchó y se destacó en la primera guerra y fue de los últimos en la zona del sur de Zacatecas y del norte de Jalisco. Fue abatido por las defensas organizadas por el Gobierno, en 1936. Su cadáver no fue llevado a la población más cercana para ser exhibido, como era costumbre, sino abandonado en el lugar donde encontró la muerte, lo que dio lugar a la consabida leyenda de que nunca murió y que aún vivía en Estados Unidos (Rubio Hernansáez, 2015).

Jovita Valdovinos se convirtió en otro mito, por la singularidad de ser una mujer que dirigió un grupo de cristeros en la segunda época. Era hija del afamado coronel Teófilo Valdovinos, que antes de luchar por la causa religiosa había sido villista y, como tantos otros, fue asesinado tras los acuerdos. Su hija tomó las armas por venganza con un pequeño grupo. Sin embargo, pronto fue indultada; en realidad, su carrera es mucho menos interesante que su leyenda. Existe un corrido que ella misma reproduce en su memoria.

Alfonso Medina fue un importante político zacatecano, precursor del reparto agrario y gobernador provisional del estado. Durante la primera guerra organizó a los campesinos armados contra los rebeldes, pero por discrepancias políticas con las nuevas autoridades se retiró a su población natal de Río Grande, donde fue asesinado, en 1934. Aunque se acusó a las autoridades del momento o a los hacendados, es casi seguro que fue obra de cristeros que no olvidaron su actitud en el conflicto, pero pudieron estar implicados otros actores en su muerte. El corrido escrito a raíz de su muerte es una defensa de la reforma agraria (Rubio Hernansáez, 2015).

"El Charro Juárez" es otra composición muy popular, en especial en los límites de Villanueva, Malpaso y Jerez, pertenecientes a Zacatecas. Narra la historia singular de Salvador Juárez. Durante la Primera Cristiada formó parte de los guardaespaldas del general Anacleto López (llamados "Los Colorados" y mencionados en el "Corrido de López y Castañón"), pero en la segunda época del conflicto se unió a los rebeldes por causas que no han sido suficientemente esclarecidas. Murió en una emboscada en Laguna Grande (Vargas Alonso, 2016), municipio de Monte Escobedo (Zacatecas); su cuerpo fue fotografiado y publicado en la prensa local. Hace unos años se grabó una película de bajo presupuesto5 sobre este personaje, que cumple el cometido de mantener viva la memoria.

El corrido de la Postcristiada (1938-1942)

Igual suerte corrieron Epictacio Lamas, J. J. Pinedo y Pedro Sandoval. Todo un grupúsculo permanece en la sierra hasta 1941, cuando esta gavilla detiene al presidente municipal de Valparaíso. El "Corrido de Chon de Haro" narra las circunstancias de la muerte del recién elegido cuando se dirigía a la capital del estado a entrevistarse con el gobernador en Zacatecas, en enero de ese año (Rubio Hernansáez, 2007). Chon había formado parte de las defensas armadas creadas por el Gobierno contra los rebeldes. En el corrido se acusa a otra persona de ser el instigador debido a disputas por la alcaldía. Su muerte representa el último hecho violento del que tenemos conocimiento causado por alzados cristeros en el estado de Zacatecas y también su último corrido.

Quisiéramos cerrar con una composición de ya bien entrados los cuarenta, que narra la muerte de Estanislao Bracamontes. Sin ser estrictamente un corrido cristero, representa el colofón de este trágico conflicto. Es el "Corrido de Estanislao Bracamontes", también llamado de "Cueva Grande".

Bracamontes estuvo implicado en los incidentes que precedieron al estallido del primer conflicto, en 1926, en la parte antirrevolucionaria, y en un combate dio muerte al agrarista Vicente Alamillo. También resultó herido, pero fue auxiliado y ayudado a escapar por el padre Magallanes, mismo que sería fusilado en Durango al comienzo de la guerra. Estuvo fuera del país durante los años álgidos de la crisis, aunque al final retornó al estado para ser emboscado y asesinado por los hijos de Alamillo en Cueva Grande, algún tiempo después de la muerte de Haro. Cierra con estos versos:

Vuela, vuela, palomita.
Apresura tu salida.
Ve a avisar a Lobatos
que ya me quitaron la vida
(anónimo, como se cita en Rubio Hernansáez, 2015, p. 95).

Procedimientos narrativos de los corridos6

La función central de estas composiciones es relatar acontecimientos. En el despliegue de la historia pueden describir lugares o referir rasgos sustantivos o accidentales de una persona o comunidad, presentados de forma total o parcialmente estática. La amplitud temática e intencional del corrido es tan vasta que se encuentran suficientes casos que tienen por objeto principal la recreación de espacios y de caracteres: se trata de las obras descriptivas.

Sin embargo, tal como ocurre en la literatura predominan las de tipo narrativo, a tono con la estrategia humana de organizar el sentido del mundo como un relato (Becerra Villegas, 2019). Es propia en este la existencia de un conflicto que lo articula en el tiempo, en el espacio y en la asignación de posiciones entre los personajes que operan ese conflicto, a manera de dispositivos, cuando son vistos a la distancia.

A continuación describimos algunos de los procedimientos narrativos que permiten la postulación de un género y de una estructura narrativa propios del corrido mexicano, desde un análisis de las formas que han acompañado la construcción de la identidad nacional.

El corrido cristero zacatecano

En el conjunto de piezas analizado, el conflicto se expresa de modo que queda como asunto de circunstancia el hecho de que los bandos agrarista y cristero hermanen a algunos y enfrenten a otros. Es decir, más que tratarse del desarrollo de naturalezas en oposición, los incidentes se despliegan en torno a condiciones externas que, por razones de fe o de deber, se buscan y se resuelven en alguna aniquilación.

Queda claro que la recreación narrativa y musical de una guerra como la cristera podría expandirse infinitamente, pero solo permanecen en la memoria colectiva episodios de cierre, temperamentos conducidos por las circunstancias y aun por el azar, además de una voluntad de narración que con frecuencia tenía que optar entre el apego a los hechos, los limitantes del género y la libertad creativa. Y, en esto, el corrido no se separa mucho de otros ejercicios de producción y empaquetado de la historia.

Así pues, los relatos de la sección corresponden al desenlace de la vida del protagonista. Los hechos de los que trata, independientemente de la voz empleada, son todos ellos consumados, precedidos de circunstancias tan alejadas del momento como ajenas al apretado espacio de incidencia de los personajes. Desde el punto de vista de la anécdota, este es el componente más fuerte del tono trágico de la narración. En cada acontecimiento que canta asistimos a la verificación inescapable de la fatalidad. Este efecto no disminuye en los casos creados por el infortunio; al contrario, cada desventura recuerda lo que ocurre en el teatro griego clásico, en el que la tragedia es destino, al grado de quedar cernido este como asunto central.

Aquí, toda la economía de la historia lleva al anudamiento del entorno del protagonista, hasta que ocupa su conciencia. Es el momento en que el personaje narrado percibe la naturaleza compleja y cercana de su fin, y el testigo del relato puede sospechar que algo de protagonismo real tiene la tragedia en sí misma y que el personaje queda reducido a otro tanto de dispositivo, de utilería.

De ello les viene a las obras ese perfil épico, notable en la actitud con la que los personajes e incluso el narrador asumen la historia. Sin embargo, por tratar de casos que se pierden en la magnitud de un acontecimiento mayor, que los produce, casi todas las gestas carecen de la nobleza de las epopeyas. Piezas menudas sobre sujetos menores, casi la totalidad de estos corridos lleva a cabo el ejercicio de consagración de vidas truncadas antes de florecer y, quién sabe cuántas de ellas, desprovistas, desde el inicio, de lo que Bourdieu (1999) llama "las razones sociales de la existencia" (p. 318).

En efecto, el conjunto narrativo de estos corridos muestra un conflicto, desde el lado de los cristeros, consistente en la resistencia y la inevitable extinción. En confirmación de su carácter épico, estos relatos detallan los momentos justos en los que la tragedia global que es toda guerra se subjetiva y toma la vida de sus actores. No obstante, de ningún modo queda garantizado que cada sacrificio exaltado por un corrido alcance otra consagración por fuera del espacio simbólico.

No puede dejar de señalarse que por su forma y, en un modo menos expuesto, por la inclusión de algunos pasajes libres, en general necesarios para armar la estructura, en el corrido existe el componente lírico.

Daniel Castañeda (1943) y Vicente T. Mendoza (1976) ven en la composición mexicana el desarrollo de variaciones literarias y musicales del romance español, de coplas, cantares y jácaras, que le dan otras libertades y le otorgan el estatuto de género en sí mismo. Por nuestra parte, en el mismo punto de observación desde el que hemos referido su naturaleza trágica y épica, destacamos el carácter subjetivo y doloroso con el que se despliegan las historias, aun si no se renuncia al propósito de celebración del fin de una vida.

Podemos proponer que estos corridos sobre el conflicto cristero están llorando, a su modo, o que, vistos desde la perspectiva de su función en el imaginario popular, son una forma de lamento ordinario elevado al cielo o a la memoria por una palomita, cuyo vuelo ha de llevar el canto a un nuevo recorrido. Así, esta conocida licencia que el narrador practica para dirigirse a un símbolo enriquece el tono lírico con un llamado que finaliza la pieza, mas no cierra la historia.

La estructura superficial del corrido cristero zacatecano

En su calidad de microrrelatos, los corridos consisten en la expansión del desenlace que, en otros géneros narrativos, requiere algún trabajo previo, a fin de construir el epos. Desprovistos de espacio argumental, a los protagonistas de estos cantos solo se les concede la oportunidad, no menor, por cierto, de dar a su muerte un tono épico, mediante el despliegue, en no más de un cuarteto, de una actitud de gallardía y aun de temeridad. No hay, ciertamente, tiempo para la indagación o la evolución del personaje: como tiempo pasado que es, toda su historia se oculta en el escorzo de esos últimos momentos de su vida.

También debe señalarse que no se ofrecen descripciones físicas de los lugares ni de los sujetos; el único retrato que interesa es el de tipo moral que alcanza a captarse en las peripecias finales. Ese carácter abierto de la descripción permite preparar el camino para la producción de una moraleja de alcance más amplio, al acercarse, en algunos casos, al arquetipo y, con ello, dar a las funciones de los personajes alguna universalidad en el espacio y el tiempo.

La estructura de la narración es lineal. No se echa mano de las licencias temporales, ni siquiera del presente histórico. Sin embargo, puede observarse el desarrollo de acciones paralelas que desembocan en el episodio del último encuentro y asunto central de la pieza. Los únicos verbos conjugados en presente son los de la voz del narrador; el resto transcurre en pretérito.

Los relatos suelen comenzar con una mera información del lugar o del tiempo, para enmarcar los acontecimientos que inician a continuación. Aunque estos se estructuran en tercera persona, la apertura por el autor usa la primera, ya que con ella el narrador toma su lugar y anuncia el tono de la historia. Por norma, no se aporta información acerca de los antecedentes del protagonista, pero siempre se detalla lo necesario para desplegar ese último encuentro con sus asesinos.

El cierre de la obra sucede con una despedida del narrador; con frecuencia se hace un llamado a una palomita para que emprenda el vuelo y, en ocasiones, para que lleve el mensaje de la historia. Es esta parte donde el corrido puede asumir el colofón propio de las fábulas, con una enseñanza. Y también puede terminar en una especie de dictamen histórico forense.

Como en otros corridos, la estructura formal predominante en los del conflicto cristero zacatecano es de cuartetos de arte menor; octosílabos en su gran mayoría. La estructura de las rimas en la versificación es A, B, C, B. Así, los versos 1 y 3 son libres, mientras que el 2 y el 4 son asonantados. Hacia el final del relato, en los versos B aparece una vez el apellido del protagonista, con una rima consonante. Puede figurar también en las líneas A o B. Se observan casos de una rima adicional en alguno de los cuartetos finales, quizá no buscada, por no tratarse de una constante. La secuencia de las rimas es, en estos casos, del tipo A, B, B, B.

La estructura profunda del corrido cristero zacatecano

Vladimir Propp (1981) definía las funciones como esferas de acción. Si bien no seguimos el resto de su tipología estructurada para dar cuenta de las variedades del folklore fantástico ruso, en nuestro corpus analizado observamos, en primer término, que la función narrativa central común a este conjunto de corridos es el ajusticiamiento o la inmolación. En cualquier caso, por lo general sirven para sacrificar, es decir, hacer sagrado. En torno a ellas gira el sentido de las acciones necesarias para dar cumplimiento a la tragedia. Una importante es la producción del antagonismo por la creación de la falta (si bien, ocurre fuera de la narración como elemento cero de la matemática del corrido y punto de origen del relato).

Argumentalmente, el relato se ubica en la parte final de la historia, con el nudo ya establecido (o "ñudo", como refiere uno de estos cantos), donde los acontecimientos expresan tanto el antagonismo como la necesidad de resolverlo mediante acciones para el ajuste de cuentas, función específica de los programas narrativos, en el modelo semiótico de Greimas (1976).

Atentos a la tradición analítica nombramos a los personajes principales: A como protagonista y B como antagonista. Mientras que el primero suele ser individual, el segundo tiende a ser colectivo, en el campo argumental. Cada uno de ellos representa un orden que mantiene una relación de conflicto con el otro, llamado a desplegarse en los actos con los que finaliza el recorrido de A, una vez que el programa narrativo de B se impone. Para aquel puede existir también un personaje secundario C, de naturaleza circunstancial y no necesariamente antropomórfica, sino abstracta, pero que le da sentido a la historia. Se puede postular que la carga de actos y filiaciones pasadas de A operan para hacerlo victimizable. Corresponde, en el formato de la tragedia clásica, al destino, esa fuerza que otorga el pathos, con una operación eficaz que pasa aun por encima de los dioses y que el relato sella con la utilización de verbos en pasado, propio de los hechos consumados. En tal paralelismo, ajeno a la diégesis interna de la historia, el plano del narrador es el de alguna forma de conciencia, que lleva la voz del coro o corifeo.

La estructuración lírica antes señalada propicia que la historia del corrido pueda percibirse como un arreglo casi fijo, en el que los márgenes de libertad se encuentran acotados al ritmo de la historia y a la introducción de variantes, a condición de sostener el mismo sentido.

Los acontecimientos se despliegan frente a la conciencia y la valoración como el recuento de una derrota frente a la cual solo quedan por privilegio el testimonio y la empatía.

Respecto a la estructura dramática debe señalarse que el narrador se ve obligado a versificar, en un espacio narrativo breve, tanto los episodios de mayor carga significativa y emocional como aquellos elementos que los enlazan, comentan o singularizan.

Debe partirse de la consideración de que la arquitectura de tiempos fuertes, puentes y recursos para la construcción de la intriga y el sostenimiento de la atención, son propios de la narrativa mediática, a medio camino entre la academia y el espectáculo serial (Maza Pérez y Cervantes de Collado, 1994).

Un rasgo que caracteriza al corrido es su carácter popular, por origen y raigambre, como hemos señalado, pero también lo es el hecho de que hay un conocimiento previo del desenlace y lo que queda al público es, entonces, la valoración lírica de la reposición de los hechos.

Pueden retomarse, pues, para proponer una estructura dramática propia del corrido, ciertos elementos conocidos con algunas variantes, pero en general mantienen un orden constante. En primer término, el saludo, que puede contener una presentación del narrador y de los personajes, del encuadre espacio-temporal y circunstancial, así como una toma de posición respecto a los acontecimientos. Desde esta entrada es posible percibir el tono épico, trágico y lírico en el tratamiento de la historia que se anuncia, en primera persona, según hemos expuesto.

La segunda parte es la más extensa y es la que desarrolla la anécdota, junto con los recursos narrativos que, a la vez que retrasan la trama en su calidad de motivos libres y estáticos (Tomashevski, 1990), le dan soporte. Esta sección se presenta de manera más objetiva, desde una narración omnisciente y no participante, si bien siempre es posible reconocer en el tratamiento una postura ante los hechos.

Por último, la despedida suele ser breve y carecer de epílogo. En cambio, los cierres que marca la tradición son el llamado a la palomita que hemos referido y el retorno del narrador, para exponer una enseñanza o un lamento empático, en cualquier caso, en tono de reconocimiento o de homenaje.

Discusión final

De lo expuesto se desprende que las formas y los contenidos con los que se cantan estampas del conflicto cristero exhiben la misma riqueza de géneros que caracteriza al corrido en general. Las variedades geográficas, temáticas y cronológicas han producido tradiciones que hacen historia desde los acontecimientos y mantienen activo el acervo de expresiones de lo popular.

La muerte que Mendoza (1976) preveía ceñirse sobre el corrido auténtico, con la puesta en práctica de la "apropiación" por imitación (como la llamaríamos en el lenguaje actual) y la "utilización" para proselitismo, por fortuna no ha bastado para apagar la difusión ni la crea­ción de sus formas genuinas. Así pues, aun compartiendo rasgos con otras manifestaciones populares o cultas, tradicionales o reproducidas, el corrido mexicano sobrevive y ha devenido un género en sí mismo.

Es difícil hablar de una clara orientación ideológica. Algunos, muy pocos, la presentan con nitidez, como el de la "Toma de Mezquitic" o del "padre Montoya". No obstante, podemos afirmar que la mayor parte solo posee, en realidad, una intención narrativa, aunque no deja de presentarse casi siempre una indudable admiración por el rebelde proscrito que se opone al Gobierno, lo que forma parte de la más esencial tradición rural de resistencia.

El corrido cristero de Zacatecas y del norte de Jalisco se destaca por su cantidad; no se descarta que fuera esta la zona donde se produjeran en mayor número en torno a las guerras cristeras en la República mexicana. A esto hay que añadir la gran calidad de sus composiciones y también su interés histórico que pervive en la tradición oral. Algunos se siguen cantando e interpretando, aunque progresivamente se olvidan muchos y otros se modifican. Por otro lado, hay que insistir en que, por su propia dinámica, las letras van cambiando y en numerosos casos se adaptan a las nuevas circunstancias políticas y económicas.

El número de corridos que hemos recopilado para este trabajo, incluidos los de las venganzas y el poscristero asciende a catorce, pero sin duda fueron muchos más, pues gran parte se ha ido perdiendo, debido a la falta de políticas culturales de preservación.

Resta valorar su aportación como fuente histórica. Ello nos llevaría al estéril debate sobre este tipo de composiciones, que se arrastra desde la Ilíada hasta los cantares de gesta y las sagas escandinavas. Sin embargo, bajo la apariencia, los corridos son composiciones distintas, si bien comparten el hecho de ser versificaciones musicales con fines de memoria y, en muchos casos, de naturaleza heroica. Sus destinatarios son diferentes: en los anteriores van dirigidos a élites político-militares, mientras que los corridos tienen como receptores a los públicos rurales, que buscan obtener información sobre la realidad que viven, mucho más en zonas fragosas donde las comunicaciones eran escasas, pero comparten una cosmogonía de ciertos valores como la valentía y la intrepidez.

En este sentido podemos decir que aquellos que no han sido contaminados por la fama, como es el célebre Valentín de la Sierra, contienen valiosa información, al ser compuestos poco o muy poco después de los acontecimientos que narran y se basan en testigos oculares. Esto ocurría cuando el mismo compositor no había estado presente, como es casi seguro que ocurrió en el "Corrido de Perfecto y López". De esta manera tenemos acceso a detalles que no aparecen en los partes y documentos oficiales, que otorgan una visión de los hechos coetáneos y desde abajo.

El corrido nos auxilia también desde su propia capacidad de mostrarnos la sociología popular de una sociedad dada, en este caso, la ranchera de pequeños y medianos ganaderos del sur de Zacatecas y del norte de Jalisco, que fueron quienes nutrieron las filas rebeldes en este territorio.



Referencias

Acevedo, A. (1954, agosto). Dónde y cómo se inició el movimiento cristero. David, 25(3), 1-16.

Avitia Hernández, A. (1998). El corrido histórico mexicano, 1924-1936. Porrúa.

Becerra Villegas, J. (2009). El orden de la comunicación. I La producción de lo social Universidad Autónoma de Zacatecas.

Bourdieu, P. (1999). Meditaciones pascalianas. Anagrama.

Castañeda, D. (1943). El corrido mexicano. Su técnica literaria y musical. Surco.

González Navarro, M. (2003). Cristeros y agraristas en Jalisco, vol. III. El Colegio de México.

Greimas, A. J. (1976). Semántica estructural. Investigación metodológica. Gredos.

Hernández Padilla, M. E. (2003). Breve reseña de la persecución de la iglesia en el México posrevolucionario. En J. F. Hernández Hurtado, ¡Tierra de cristeros! Historia de Victoriano Ramírez y de la revolución cristera en los altos de Jalisco (pp. 13-32). Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos.

Maza Pérez, M. y Cervantes de Collado, C. (1994). Guion para medios audiovisuales. Alhambra Mexicana.

Mendoza, V. (1976). El corrido mexicano (3.a reimpr.). Fondo de Cultura Económica.

Meyer, J. (2004). La Cristiada 1. La Guerra de los Cristeros (14.a ed.) Siglo XXI.

Propp, V. (1981). Morfología del cuento. Fundamentos.

Rubio Hernansáez, L. (2007). Zacatecas Bronco. Introducción al conflicto cristero en Zacatecas y norte de Jalisco. Universidad Autónoma de Zacatecas.

Rubio Hernansáez, L. (2015). Corridos zacatecanos contemporáneos. De Valentín de la Sierra al siglo XXI (homenaje a Cuauhtémoc Esparza). Instituto Zacatecano de Cultura.

Sánchez Gavi, J. L. (2009, julio-diciembre). La fuerza de lo religioso y su expresión violenta. La rebelión cristera en el estado de Puebla, 1926-1940. Ulúa. Revista de Historia, Sociedad y Cultura (14), 121-165. https://doi.org/10.25009/urhsc.v0i14.1312

Tomashevski, B. (1990). Temática. En T. Todorov (comp.), Teoría de la literatura de los formalistas rusos (3.a ed., pp. 199-232). Siglo XXI.

Vargas Alonso, J. (2016). El charro Juárez (2.a ed.). Gobierno Municipal de Villanueva.



Anexos

Corrido de Valentín de la Sierra

Voy a cantar unos versos (un corrido)
de un amigo de mi tierra.
Llamábase Valentín,
que fue fusilado
y colgado en la sierra.

Un jueves por la mañana
le palpita (me parten) el corazón.
Ya me voy con los del valle.
Adiós, mis amigos,
pues yo ya me voy.

No me quisiera acordar.
Era una tarde de invierno
cuando, por su mala suerte,
cayó Valentín
en manos del Gobierno.

En el arroyo del Fresno (subiendo al arroyo del Fresno)
allí fue donde lo encontraron.
Le hicieron muchas preguntas
a ese Valentín
y lo desarmaron.

Le preguntó el general:
¿cuánta es la gente que mandas?
Mi gente está afortinada;
son siete ratones (quince soldados)
del rancho Los Landa.

A'i le decía el general:
yo te concedo el indulto,
pero me vas a decir
cuál es el curato
y la casa de Justo (culto).

Valentín, muy asustado,
de todo les dio razón.
Es que yo tengo un agravio
de Ignacio Serrano
y lo quiero vengar.

Luego que les dio esto,
se vieron unos a otros.
Si eso lo hace con ellos,
mañana o pasado
lo hará con nosotros.

En la loma del Carrizo (del Carrizal)
le vuelven a preguntar:
quiénes son los levantados.
Higinio (Virginio) Madera
y Pedro Quintanar.

Corre y vuela, palomita,
a Huejuquilla a avisar.
Diles que salga al momento
Pío Ruiz, Justo Jaime
y Pedro Quintanar.

Al llegar (llegaron) a Huejuquilla,
gente armada no encontraron.
El pobre de Valentín
se encontraba triste
y muy desconsolado.

Se fueron para la fonda,
todos juntos a comer.
Todo el estado mayor:
Epigmenio, Chon Salas,
Valentín también.

Fueron juntos (todos) a comer,
junto con el general,
y Perfecta (una vieja) lo entregó.
Que era de la gente
de ese Quintanar.

Uno de los oficiales
de Valentín se dolió.
Lo montaron en un macho
y se lo llevaron
hasta donde murió.

Al llegar al Charco Largo,
Valentín quiso llorar:
madre mía de Guadalupe,
por tu religión me
van a matar.

Corre y vuela, palomita.
Párate en aquel fortín.
Aquí se acaban los versos
de un hombre traidor (valiente)
que fue Valentín
(Chemino Noriega, s. f., como se cita en Rubio Hernansáez, 2015, pp. 34-38)7.

Corrido de Trinidad Castañón

Voy a cantar unos versos,
pongan toda su atención;
unos versos muy notados
de Trinidad Castañón.

Desde San Juan Capistrano
ya los venían alcanzando.
En la Mesa de los Lirios
los hallaron almorzando.

En la Mesa de los Lirios
los hallaron almorzando.
Cuando menos acordaron,
ya los estaban tiroteando.

Pero al salir al combate,
lo atravesó una perdida.
Esa vino siendo causa
de que él perdiera la vida.

Por las angostas veredas
corrieron como venados.
Les vinieron dando alcance
por sus caballos cansados.

Román Álvarez les dice
que nadie dieran razón
donde quedó sepultado
su coronel Castañón.

Y, en una cueva muy honda,
entre cuatro lo velaron;
otro día por la mañana
los mismos lo sepultaron.

Un cristero pide al piso
al gobierno lo entregó.
Subió el gobierno a la sierra
y su cadáver sacó.

Subió el gobierno a la sierra
y su cadáver sacó.
No más lo identificaron
y ahí mismo lo dejó.

Adiós, rancho La Calera,
rancho donde nací.
Me despido para siempre
porque ahí jamás volví
(versión de Los buitres del desierto, 2010, como se cita en Rubio Hernansáez, 2015, p. 71).


Mapa del territorio donde se desarrolló la Cristiada

Fuente: Hernández Padilla (2003).



Notas

1 Resulta increíble que, a estas alturas del siglo XXI, aún no exista una biografía de este personaje, no solo crucial en las dos luchas, sino también en el mantenimiento de la memoria de la guerra mediante el periódico David.

2 Se destaca la presencia de antiguos villistas en las filas rebeldes, como el general Justo Ávila o los coroneles Teófilo Valdovinos y Sabino Salas. Por el contrario, Pedro Quintanar fue huertista y luego se dio de alta en los carrancistas por odios personales hacia los villistas.

3 Esta práctica de modificar la historia llegó al absurdo al hacer una película protagonizada por el zacatecano Antonio Aguilar, en la que Valentín aparece como combatiente contra el huertismo, que es un episodio político muy anterior, con la intención de obviar o hacer olvidar el conflicto religioso.

4 Al parecer, cuando ocurrió el combate de Huejuquilla, en 1926, habían dado muerte a Mauricio Gonzáles, partidario del presidente Calles.

5 El charro Juárez, película mexicana, grabada en 2007, dirigida por Fernando Durán y protagoni­zada por Mario Almada y Jesús Arellano.

6 Los corridos analizados en este apartado se encuentran en la sección "El conflicto cristero", en Corridos zacatecanos contemporáneos, de L. Rubio Hernansáez (2015).

7 El texto entre paréntesis corresponde a variantes probablemente posteriores, registradas en estudio de campo en diversas comunidades o por distintos intérpretes.




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