EL «CASO GUATEMALA»:
ENTRE RELACIONES INTERAMERICANAS Y DIPLOMACIA ITALIANA (1944-1954)

FROM THE COMMUNE TO THE PARCEL.
REVIEW OF THE FILM THE KINGS OF THE WORLD


HISTORIA Y POLÍTICA

10.14718/CulturaLatinoam.2024.39.1.1



Alessandro Andreotti

Università degli Studi di Salerno
alessandroandreotti1999@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-9063-8600

Fecha de recepción: 30 de marzo de 2024
Fecha de aceptación: 30 de julio de 2024.


Referencia: Andreotti, A. (2024). El «Caso Guatemala»: entre relaciones interamericanas y diplomacia italiana (1944-1954). Cultura Latinoamericana, 39(1), 24-58. http://dx.doi.org/10.14718/CulturaLatinoam.2024.39.1.1



Resumen

El artículo nace del deseo de reconstruir los acontecimientos políticos de Guatemala en la década 1944-1954, los eventos se interpretan a través de la lente de la diplomacia italiana. De esta manera, el presente escrito se propone profundizar en un periodo histórico crucial para Guatemala mediante una aportación innovadora. Específicamente, la pregunta a la que el escrito intenta responder es cómo la alternancia entre «fracturas internas» (la inestabilidad político-económica) y «externas» (la ruptura de las relaciones con Washington) ha condicionado el proceso de democratización en el Estado centroamericano.

El trabajo consta de dos partes: la primera se centra en una perspectiva hemisférica para analizar el cambio en las relaciones interamericanas desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta el comienzo de la Guerra Fría. La segunda, en una dimensión regional para interpretar el camino emprendido por la República centroamericana hacia el socialismo, acabando con la intervención estadounidense para deslegitimar al gobierno de Árbenz.

Palabras clave: Guatemala; Estados Unidos; Italia; Guerra Fría; América Latina


Abstract

The article derives from the desire to reconstruct the political events in Guatemala from 1944 to 1954. The events are interpreted through the lens of Italian diplomacy. Through an innovative contribution, it aims to delve deeper into a crucial historical period for Guatemala. Specifically, the paper attempts to answer how the alternation between "internal" (political-economic instability) and "external" (the breakdown of relations with Washington) fractures has conditioned the democratization process in the Central American state. The work is divided into two parts. The first focuses on a hemispheric perspective to examine the shift in inter-American relations from the end of World War II to the beginning of the Cold War. The second highlights a regional dimension to interpret the Central American Republic's path toward socialism, culminating in the American intervention to delegitimize Árbenz's administration.

Keywords: Guatemala; United States of America; Italy; Cold War; Latin America


Introducción

En los años que marcan la transición entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría, en Guatemala se inició —no sin contradicciones— una temporada de reformismo político. Con la «revolución de Octubre», se materializaron las aspiraciones liberales y autonomistas de una sociedad exasperada por la represiva dictadura militar y la incómoda injerencia de los Estados Unidos1.

Las administraciones de Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz Guzmán lideraron el prometedor pero difícil proceso de democratización. Los programas de gobierno miraban a revitalizar los aparatos estatales asfixiados: desde la fundación de instituciones financieras hasta la ampliación del sufragio electoral; desde la regulación sindical hasta la regeneración de los programas agrícolas2.

Era evidente, tanto para los vecinos del istmo centroamericano como para Washington, que en la pequeña realidad guatemalteca se estaba llevando a cabo un ambicioso proceso de reforma, con preocupantes matices de izquierda. La oposición de los regímenes dictatoriales de Honduras, Nicaragua y República Dominicana respondía al temor de una posible propagación del virus comunista, mientras las industrias estadounidenses veían amenazados sus intereses económicos.

Además, las redefiniciones del sistema internacional en el orden de la posguerra ejercieron presión sobre los precarios equilibrios interamericanos. El hecho de que Estados Unidos asumieran el papel de líder en la esfera occidental conllevó responsabilidades globales, confirmadas por la aparición de la oposición bipolar3.

Si, por un lado, el desplazamiento de la atención estadounidense hacia Europa y Asia condenaba a las «hermanas» del Sur a un aislamiento dramático, por otro lado, la obsesión por una posible «sovietización» del subcontinente alteraba definitivamente las relaciones. Al fin y al cabo, las dinámicas ideológicas y geopolíticas surgidas a raíz del enfrentamiento con la URSS descarrilaron un proceso positivo que se había consolidado en el hemisferio durante los años Treinta y la primera parte de la década siguiente4. Como consecuencia de la discontinuidad entre las dos épocas, surgieron fracturas insalvables tanto en la política exterior como en la política interna latinoamericana.

En este escenario fragmentado, la experiencia guatemalteca inauguró una fase no pobre de controversias entre los actores del continente americano5. Durante la X Conferencia Interamericana, celebrada en Caracas del 1 al 28 de marzo de 1954, se alcanzó el punto máximo de irreconciliabilidad de opiniones entre el Norte y el Centro-Sur. En esa ocasión, el Secretario de Estado, John Foster Dulles, condenó la gestión del presidente Árbenz, aunque sin éxito, por lo que decidió recurrir a la acción6. La operación «PBSUCCESS», liderada por el coronel Carlos Castillo Armas en complicidad con la CIA, derrocó al gobierno vigente y restableció una condición semicolonial pasiva respecto al capitalismo estadounidense7.

Al delinear un estratégico cordón sanitario al sur del Río Bravo, la superpotencia aseguró un acceso privilegiado a las materias primas con el fin de confirmar su hegemonía en Occidente. Para los actores latinoamericanos, en cambio, la configuración del rol de exportadores de materias primas inevitablemente conllevó vulnerabilidades; por ejemplo, engordó a los codiciosos propietarios de tierras, agudizando las fracturas internas atávicas. Sin embargo, la abundancia de recursos latinos también tentaba al viejo continente. Para Europa era esencial ampliar el horizonte diplomático más allá del Atlántico, ya que estaba abrumada por las pesadas herencias de guerra y desgarrada desde el punto de vista económico.

Entre los actores europeos, Italia se presentó como uno de los más interesados en establecer un puente de diálogo con el subcontinente. El gobierno de Roma debía tanto restañar un frágil tejido político y económico como recuperar legitimidad internacional8. La reanudación de las relaciones con los países de Sudamérica era crucial para la península por dos razones: en primer lugar, para obtener un apoyo indispensable en las sedes de las instituciones internacionales; en segundo lugar, para canalizar los flujos migratorios hacia realidades nuevas y esperanzadoras9. A pesar de esto, la proyección italiana hacia América Central y del Sur resultó a menudo «estrábica» y poco clara, además de estar condicionada por intereses nacionales. La excepción fue representada por estrategias diplomáticas formidables pero inconsistentes, como la misión Aldisio-Brusasca10 o los viajes de Estado realizados por el entonces presidente de la república, Giuseppe Saragat, y el presidente del Consejo de Ministros, Amintore Fanfani, en los años sesenta11.

Respecto a las embajadas y legaciones italianas en Guatemala durante la década de 1944 a 1954, estas estuvieron atentas para analizar y criticar los eventos. Los informes enviados por los diplomáticos a Roma representan fuentes valiosas para una comprensión original de los eventos. Este trabajo examina la documentación conservada en el Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores y Cooperación Internacional con el objetivo de reinterpretar a través de la lente de la diplomacia italiana un periodo que representó el Jano bifronte para Guatemala en el marco del enfrentamiento Este-Oeste.

Al reflexionar sobre el estado del arte, es importante considerar que, en la última década, la historiografía sobre los países al sur del Río Grande durante la Guerra Fría se ha enriquecido de manera sustancial12. No obstante, está completamente ausente la reinterpretación de los hechos desde el punto de vista italiano. En línea con estas coordenadas interpretativas, recientemente se ha desarrollado un campo de investigación que indaga las relaciones entre Italia y América Latina en el período inmediatamente posterior a la posguerra13. Con la conciencia de que la reconstrucción de los vínculos durante el periodo fascista presenta un panorama exhaustivo y definido14, se busca lograr el mismo objetivo para la segunda mitad del siglo XX.

En este sentido, el leitmotiv que guía los estudios es la necesidad de conferir una visión unitaria de las relaciones diplomáticas, ya que las investigaciones actuales se centran exclusivamente en aspectos puntuales. Mientras que algunos autores han propuesto una lectura de los lazos según una visión partidista-ideológica15, otros se han centrado en la matriz cultural y religiosa (De Giuseppe, 2017; La Bella, 2012). Igualmente, precisos son los análisis que han abordado el tema del fenómeno migratorio italiano más allá del Atlántico16, así como el de las asociaciones comerciales con Brasil y Venezuela (Amado, 1994; Gandini, 1990; Palamara, 2018).

Por el contrario, el estudio sobre la política exterior italiana hacia Guatemala presenta profundas lagunas. Por lo tanto, este escrito representa un desafío y ofrece una contribución innovadora para llamar la atención sobre un panorama historiográfico poco investigado, con el objetivo de ampliar sus horizontes interpretativos.

Para desentrañar este nudo histórico, el examen se sirve de una red interconectada de variables explicativas: en el primer apartado, centrado principalmente en el cambio de las relaciones interamericanas, no se podía prescindir de consideraciones sobre los acontecimientos internacionales. El segundo apartado estrecha el enfoque, pasando del plano global al regional, y así se propone analizar el camino empren­dido por la república centroamericana en la década que va de 1944 a 1954, a través de los comentarios de las embajadas italianas.

El cambio de las relaciones interamericanas: desde la formación de dos fracturas hasta las intervenciones militares

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial se desvaneció la supremacía del orden estatal europeo, marcado por intensas rivalidades. Los tumultuosos eventos bélicos aceleraron el proceso de desintegración del viejo continente, al tiempo que promovieron el ascenso económico, político y estratégico de los Estados Unidos. La creación del Fondo Monetario Internacional en 1944 y la libre convertibilidad del dólar en oro legitimaron el establecimiento estadounidense en el ámbito comercial. Al mismo tiempo, la posesión de armas nucleares amenazadoras permitió a Washington ocupar la posición de principal potencia mundial (Loth, 2021, pp. 3-7).

Contrariamente, el destino de América Central y del Sur fue antitético, ya que su difícil adaptación a la nueva arquitectura global presentó numerosas heterogeneidades y aspectos peculiares. El inicio de un camino diferente para la superpotencia, en comparación con el área del Caribe y el Sudamérica, alteró el destino de los países al sur del Río Grande, así como de las mismas relaciones interamericanas.

La Guerra Fría en América Latina representó el punto de inflexión histórico entre dos registros cronológicos: el primero se concentró entre 1933 y 1946, mientras que el segundo se ramificó desde 1947 hasta el final de la confrontación bipolar (Pettinà, 2020, p. 27). El elemento de divergencia entre los dos períodos fue la actitud norteamericana hacia los acontecimientos latinoamericanos.

Durante los años treinta y la primera mitad de la década siguiente, en el hemisferio se desarrolló un proceso de reforma sociopolítica y de diversificación económica con un apoyo determinante de la presidencia de Franklin Delano Roosevelt. En particular, la «República estrellada» desempeñó el papel de «buen vecino», a veces discreto y comprensivo, otras veces dispuesto a apoyar los proyectos reformistas en curso en el subcontinente. La nueva política se comprometió, por lo tanto, a dejar de lado la doctrina Monroe, renunciando a las maniobras de big stick en defensa de sus propios intereses. De esta manera, las directrices estadounidenses se dirigían hacia la búsqueda de un diálogo multilateral en nombre de la igualdad y no del acto de imperio17.

En resumidas cuentas, las dinámicas de convergencia y buena disposición al diálogo cristalizaron una interacción sinérgica regional, que respondía tanto a las necesidades estadounidenses como a las latinas. Refugiándose bajo el paraguas del aislacionismo, América del Norte no solo encontró en los representantes del Centro-Sur interlocutores válidos, también logró protegerse de un torbellino de eventos desestabilizadores. Por un lado, el terremoto de la crisis de Wall Street paralizó los mercados financieros (Pettinà, 2018, p. 38); por otro, el ascenso de los totalitarismos en Europa eliminó cualquier perspectiva de acuerdo con el viejo continente (Ivi, p. 39).

Bajo la presión de una confluencia de variables domésticas e internacionales, el panamericanismo se orientó hacia una fase armoniosa impregnada de principios democráticos y de libre mercado, que también se reflejaron en el ámbito interno del subcontinente.

De hecho, en el trienio 1944-1946, diversas ondas democráticas impactaron en el panorama institucional, a menudo presentándose como un fenómeno heterogéneo y articulado según el contexto político. En algunos casos, la base democrática recibió confirmación, como en México; en otros, como en Guatemala, Ecuador y Venezuela, el frente político lideró golpes de Estado decisivos18.

En general, la dirección de los cambios institucionales estuvo a cargo de líderes carismáticos, no siempre de la misma orientación ideológica, desde Teodoro Picado en Costa Rica hasta Rómulo Betancourt en Venezuela; desde Juan Domingo Perón en Argentina hasta José Arévalo en Guatemala. En la mayoría de los territorios, el centro político se desplazó hacia la izquierda, lo que permitió la promoción de agendas asistenciales y de regulación sindical por parte de las coaliciones liberales-marxistas19.

Como consecuencia inevitable, la protección de los derechos experimentó una expansión significativa, mientras que los primeros gérmenes comunistas echaron raíces entre las clases medias urbanas y el proletariado (Annino, 1994).

Antes de 1947, la evolución del liberal-marxismo no suscitaba preocupaciones particulares en la Casa Blanca debido a la actitud moderada y permisiva hacia los acontecimientos internos en el Centro-Sur. Además, la convivencia con el comunismo reflejaba las estratégicas alianzas internacionales, como la establecida entre Roosevelt y Stalin en función antihitleriana (Pettinà, 2018, pp. 39-40).

En cuanto al aspecto económico, durante las dos décadas anteriores al final de la guerra 1939-1945 el panamericanismo había encontrado en la industrialización uno de sus pilares fundamentales. En consonancia con el espíritu del New Deal, la administración de Roosevelt adoptó una actitud muy cooperativa para apoyar el crecimiento económico de América Latina con fondos públicos estadounidenses. No es de extrañar entonces que, en el período examinado, instituciones financieras como el Banco de Exportación e Importación, la Agencia Federal de Préstamos y el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo ejercieran un rol muy activo en la cooperación hemisférica (Carmagnani, 1995, pp. 18-19). El recurso a estrategias de modernización y aumento de la productividad en el istmo centroamericano y en el Sudamérica tenía como objetivo reducir la dependencia de las economías locales de las importaciones. De esta manera, la articulación de programas financieros no solo fortaleció las bases estructurales sobre las que se apoyaban los procesos de reformismo, también sensibilizó el diálogo interregional.

A pesar de que el optimismo por el surgimiento de las «primaveras democráticas» y la implementación de ambiciosos proyectos industriales había canalizado a las diplomacias hacia asociaciones colaborativas, el surgimiento de las asimetrías bipolares alteró el equilibrio reformista. Después de treinta años en los que la política exterior de Roosevelt había apoyado los movimientos progresistas, una serie de eventos traumáticos sometieron a América Latina a presiones externas e internas.

La proclamación de la doctrina Truman en marzo de 1947 marcó la transición al segundo registro cronológico. Al adoptar el anticomunismo como nuevo pilar de la estrategia global, la superpotencia revisó sus objetivos en el tablero occidental (Livingstone, 2009, p. 10). El reenfoque de las prioridades geopolíticas hacia Europa y Asia respondía al imperativo de contener las zonas más vulnerables, por lo tanto más expuestas a la amenaza comunista. No solo la guerra civil en Grecia y las presiones soviéticas sobre Turquía eran indicativos de los temores estadounidenses, también lo era la preocupante extensión del conflicto en Asia y en el Pacífico (Varsori, 2020). De hecho, la disposición negociadora hacia Eurasia, con el envío de sustanciales paquetes de ayuda para la reconstrucción industrial, no se adoptó con los países al sur del Río Grande (Pettinà, 2018, pp. 71-72).

El enfrentamiento entre el Norte y el Sur del continente en torno al problema del crecimiento económico se manifestó de forma dramática durante las Conferencias Interamericanas celebradas entre 1945 y 1954. En tales ocasiones, Washington se presentó como un interlocutor sordo y distante de las difíciles realidades latinoamericanas, pero decidido a estrechar los lazos atlánticos.

La aprobación del «Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca» en la Conferencia de Río en 1947, confirmó la intención estadounidense de centrarse en la cuestión militar, en lugar de la económica. Con las firmas de los delegados en Petrópolis el 2 de septiembre se realizaron las bases para un sistema defensivo a nivel regional.

En cuanto al frente político, la fundación de la «Organización de Estados Americanos» (marzo 1948) en Bogotá formalizó un vínculo para la cohesión ideológica contra la amenaza comunista. Por su parte, los representantes de Sudamérica aún creían en una posible sintonía con el Norte y, sobre todo, en la posibilidad de institucionalizar la cooperación económica20.

Pero las esperanzas se desvanecieron debido a la esterilidad de las instituciones financieras y a la oposición de Washington. En realidad, especialmente en el período de la posguerra, Harry Truman no mostró aversión hacia tales iniciativas, simplemente la necesidad de intervenir en otros contextos geopolíticos distrajo a la «República estrellada» del subcontinente. Es cierto que el interés por la recuperación de un mercado europeo y multilateral por parte de Estados Unidos estaba justificado por los mayores márgenes de maniobra que ofrecía, a diferencia del hemisférico.

Encima, el surgimiento de la doctrina de la contención formalizó ideológicamente el rechazo a negociar con los defensores del «desarrollismo». La razón del rechazo provenía del acercamiento de los marxistas a los programas de desarrollo, en comparación con la débil componente liberal. Las fuerzas conservadoras, en cambio se mostraron refractarias al comunismo, sea por la oposición del pensamiento político que por su privilegiado estatus social.

Con la marginación de los proyectos de diversificación económica, a América Latina no le quedó más opción que exportar materias primas, lo que permitió a las élites oligárquicas productoras de bienes primarios y secundarios consolidar su base de poder.

El punto de ruptura definitivo en los equilibrios interamericanos ocurrió precisamente con las crecientes presiones de la Casa Blanca para que los partidos comunistas locales fueran excluidos del arco constitucional.

Entre 1947 y 1953, en muchos países al sur del Río Bravo, como Costa Rica, Colombia, Chile, Cuba y Ecuador, la proscripción de las fuerzas de inspiración marxista sofocó un componente político crucial para la región21. Al excluir a los partidos socialistas del área de gobierno, los nacionalistas se encontraron sin interlocutores confiables. En México, por ejemplo, nacionalistas y marxistas habían colaborado para fortalecer las instituciones representativas (Pettinà, 2020, p. 29).

Hubo un período en el que la desaceleración de los procesos democráticos coincidió con el fortalecimiento de la componente reaccionaria, a menudo respaldada por Washington. Esto ocurrió entre 1948 y 1955, con la rápida sucesión de golpes de Estado por parte de la élite oligárquica22. En 1948, en Venezuela, el general Marcos Pérez Jiménez lideró el golpe contra el presidente Rómulo Gallegos; ese mismo año, en Perú el general Manuel Odría estableció un autoritarismo militar. En marzo de 1952, en Cuba el sargento Fulgencio Batista asumió el poder, poniendo fin a doce años de democracia y reformas sociales. Al año siguiente, en Bogotá, el golpe de Estado militar llevó al poder al general Gustavo Rojas Pinilla (Ivi, pp. 32-33).

La centralidad asumida por los militares, en sintonía con el clima beligerante de la confrontación Este-Oeste derivó en una «fractura» incurable en el frente interno. Específicamente, la ruptura se produjo en relación con los procesos de democratización entre los años treinta y la primera mitad de los cuarenta. Para empeorar la situación, tuvieron lugar tanto los apoyos estratégicos de la CIA a los golpes de Estado en Guatemala (1954), Cuba (1961) y Chile (1973) como las brutales intervenciones estadounidenses, como sucedió en la República Dominicana (1965) y en Granada (1983).

Estas interferencias, según Washington, tenían como objetivo consolidar el statu quo conservador y erradicar la «plaga roja». La prolongación del «antidesarrollismo», la rigidez de la doctrina Truman y el cinismo del roll back anticomunista minaron cualquier posibilidad de entendimiento entre el Norte y el Centro-Sur. El término «fractura externa» se refiere al cambio radical en la política exterior estadounidense hacia el subcontinente, a diferencia de la armonía que había caracterizado los vínculos durante la presidencia de F. D. Roosevelt.

Desde los años sesenta hasta los ochenta la superposición de las lesiones internas y externas confirmó el papel de la Guerra Fría latinoamericana23 como punto de inflexión histórico. Inspirada en el ejemplo cubano, la izquierda revolucionaria radicalizó la lucha política regional, produciendo niveles de polarización en casi todos los países latinos. Solo el desgaste causado por las prolongadas guerras civiles y la disminución del temor comunista iniciaron una difícil transición democrática. En diciembre de 1991 con la disolución de la URSS, en el Caribe y el Sudamérica comenzó un proceso —aunque temporal— de cicatrización de las heridas (Pettinà, 2018, pp. 40-47).

Guatemala contra la CIA: reconstrucción de los eventos con las fuentes de la diplomacia italiana

Entre los últimos compases de la Segunda Guerra Mundial y la consolidación del orden bipolar acababa de llegar a América Central la delegación italiana24. Desde el principio, los enviados de Roma demostraron ser atentos y precisos al informar a Palacio Chigi sobre las agonizantes crisis institucionales25 y las condiciones semi-colonial de los países entre el istmo y la cuenca del Caribe26.

En cuanto a los enviados a Guatemala, configuraron los rasgos de una pequeña república afectada por un orden social comprometido y un sistema económico con evidentes deficiencias27.

En particular, comentaron que «la economía y la finanza locales están casi completamente en manos [...] de la finanza estatal estadounidense» cuya influencia, aunque «no siempre aparente», era «preponderante». Algunos años más tarde también llegaron opiniones sobre el monopolio estadounidense desde América del Norte. Quien enumeró los «potentes organismos económicos [...] activos como «l'United Fruit Company», «l'International Railway of Central America», «l'Electric Bond», etc28. fue el Jefe de la Misión en Washington, Alberto Tarchiani. Sus consideraciones se sumaron a las de Mario Zanotti Bianco, quien escribió sobre el descontento local hacia las compañías «extranjeras que acusan de estar explotando el país con fines imperialistas»29. Sin duda, la gestión del poder por parte de una «minoría de ricos plantadores, grandes comerciantes, industriales» aumentaba la brecha entre las clases sociales30.

Según esos fieles informes, parecía claro que la mezcla compuesta por el régimen intransigente de Jorge Ubico y la incómoda interferencia norteamericana desataron formas de descontento popular. Además, los representantes italianos creían que el derrocamiento de Hernández Martínez en El Salvador estaba influenciando los ánimos revolucionarios, en efecto se lee que «fue tomado como modelo para la revuelta en Centroamérica»31.

De hecho, con el recrudecimiento de las protestas el 1 de julio de 1944 el dictador presentó su dimisión. Sin embargo, la diplomacia italiana hizo saber que el humillado Ubico seguía moviendo los hilos de la nueva presidencia de Ponce Vaides. Tanto en los teletipos de la embajada en Madrid como en los telegramas llegados desde Guatemala se leía que «el ex presidente general Ubico no ha abandonado aquel país»32.

Igualmente precisas resultan las reconstrucciones de las rocambolescas vicisitudes ocurridas entre julio y agosto de 1944. Al consultar las fuentes, se descubre que la participación en las revueltas populares fue bastante abigarrada desde el punto de vista social y de género. Los movimientos incluyeron a jóvenes militares, campesinos, «una significativa componente femenina» y sobre todo «estudiantes en huelga» que «recorrieron las calles de Ciudad de Guatemala, desafiando la ley marcial»33. La preocupación por los eventos en el país centroamericano también llegó desde Londres, donde los embajadores escribieron «en Guatemala se ha iniciado un movimiento de revuelta que obligará al Gobierno a suspender toda garantía constitucional»34.

Consciente entonces de la centralidad del momento, el cónsul Carlo De Franchis actualizó a Roma sobre los enfrentamientos con las fuerzas del orden describiendo que «la policía y los soldados estaban listos. Ellos dispersaron y desarmaron a los huelguistas con gases lacrimógenos y disparos de arma de fuego». «La ciudad ha recuperado su calma» sin embargo, según De Franchis «los problemas para el dictador apenas comenzaban»35.

A pocos meses de distancia, las palabras proféticas del delegado se hicieron realidad. En octubre de 1944 los grupos de oposición, a los que se unieron soldados y estudiantes, se organizaron bajo el liderazgo de miembros de la élite militar, como el coronel Jacobo Árbenz Guzmán y el jefe de las Fuerzas Armadas Francisco Javier Arana. Con el ataque al Palacio Nacional, la «revolución de octubre» marcó una ruptura decisiva en la historia de Guatemala. Mientras que Ponce Vaides fue depuesto y exiliado, la «junta revolucionaria» compuesta por Árbenz, Arana y el abogado Jorge Toriello Garrido convocó una asamblea constituyente para redactar una Constitución, y proclamó elecciones democráticas antes de fin de año (Immerman, 1982, pp. 41-43).

Sobre la evolución de los acontecimientos la legación italiana solo reportó de la expulsión de todos los seguidores de los gobiernos anteriores. Para evitar atentados contra el nuevo orden democrático, en noviembre Arana «ha[bía] exiliado a 15 generales, partidarios de los ex presidentes Ubico y Ponce»36 y luego «a otros seis generales amigos del presidente Ubico»37.

La victoria de Juan José Arévalo en las elecciones de diciembre fue el culmen de la revolución, y respondía al proceso de democratización en curso entre los años treinta y cuarenta en el subcontinente. Con el 86 % de los votos, el profesor universitario asumió la guía del «Partido de Renovación Nacional» (Arciniegas, 1955, p. 279). El paradigma ideológico de la nueva presidencia se etiquetó con el término «socialismo espiritual», o sea, estuvo focalizado en la revitalización de los aparatos asfixiados de la administración pública para sentar las bases de un Estado de derecho. Solo a través de la implementación de estas herramientas Guatemala podría emprender un camino autónomo e independiente de los Estados Unidos.

Siguiendo esta perspectiva, el establecimiento del «Banco de Guatemala» representó una terapia efectiva para la recuperación económica, mientras que para la seguridad civil surgió el «Instituto Guatemalteco de Seguridad Social» (Rostica, 2015, pp. 269-301).

Asimismo, se tomaron medidas neurálgicas en el ámbito de la salud y la educación, como la construcción de unos veinte hospitales y la fundación de 135 escuelas.

En el frente sindical, el «Código del Trabajo» proporcionó garantías sociales válidas: la sindicalización del mundo agrícola, el salario mínimo, la jornada laboral semanal de 48 horas y la lucha contra el trabajo infantil (Cullather, 1994, p. 8).

Además de los innumerables nudos por desatar en el ámbito interno, la joven presidencia de Arévalo también prestó atención a la política exterior, entre enigmáticas disputas coloniales y desconfianzas de los estados vecinos38. Respecto al papel desempeñado por Guatemala entre el istmo centroamericano y la cuenca caribeña, Zanotti Bianco describió los rasgos de una figura dominante, casi despótica. «La interferencia de Guatemala que se considera la [...] hermana mayor» despertaba preocupaciones entre los vecinos «pequeños Estados de Centroamérica (El Salvador-Honduras-Nicaragua y Costa Rica)». Un ejemplo válido de la poca cohesión entre los países centroamericanos fue la ineficiencia del «Instituto de Asuntos Centroamericanos», que «no encuentra campo para afirmarse»39.

Aislado en el hemisferio e incapaz de resolver disputas exteriores, el primer gobierno democrático pronto se encontró enfrentando desafiantes eventos también en el frente interno. En este caso, los enviados italianos mostraron mayor atención al criticar los escándalos y debilidades en los que quedaron envueltas las instituciones. Específicamente, no dudaron en comentar que «el prestigio de Arévalo se ha visto aún más comprometido»40, sobre todo después del intento de golpe por parte de Arana41.

Sobre la cuestión económica escribió el primer secretario de la legación, Remigio Grillo. Este último actualizó a la «Dirección General de Asuntos Políticos» de Roma y detalló «gastos improductivos» que pesaban sobre las arcas del Estado «como los trabajos públicos y el aumento de la burocracia [...] mostrando este año por primera vez un déficit». En opinión de Grillo, el sistema industrial estaba afecado por la «falta de producción, agravada por ciertas medidas demagógicas en favor de los trabajadores»42.

Por lo tanto, la identificación —de manera poco ortodoxa— de una solución a las amenazas de Arana se sumó al cóctel de incertidumbres económicas. Si bien su consenso había sufrido un fuerte revés debido a una costosa política de asistencia social, sobre la nueva presidencia ya se cernían sospechas e incertidumbres.

Aumentando tensiones y desconfianzas estaban tanto la aparición de grupos políticos abiertamente comunistas como los movimientos insurreccionales liderados por la extrema derecha. En plena campaña electoral, durante el verano de 1950 Zanotti Bianco proporcionó información respecto a la organización del frente de izquierda:

Un grupo de vanguardia claramente comunista «Vanguardia democrática» fue fundado por José Manuel Fortuny, mientras que Víctor Manuel Gutiérrez «otro comunista», comentó el embajador «formaba el «Partido Revolucionario Obrero de Guatemala», partido de clase, constituido solo por obreros con tendencias también claramente marxistas.

El significativo enriquecimiento de la galaxia de la izquierda comenzaba a infundir temor; según el italiano, los comunistas habían planeado «tomar una posición clara y definitiva», o sea «imponer al país un régimen totalitario». En última instancia, el cónsul afirmó la existencia del peligro, ya «que el partido comunista hoy existe y sus dirigentes no solo buscan ocultarlo sino que también se enorgullecen de ello»43.

Gracias a los telegramas se entiende tambié ue unos días antes de las elecciones la componente de derecha intentó un golpe de Estado. Al frente de «un grupo de unas setenta personas aproximadamente, la mayoría civiles» estaba una figura determinante para la evolución de los acontecimientos guatemaltecos, el coronel Carlos Castillo Armas. Después de intentar «la ocupación del presidio y del contiguo aeropuerto militar», los asaltantes se enfrentaron a las fuerzas del orden, pero bastaron «dos horas de tiroteo para poner fin a todo el asunto»44.

Al fin y al cabo, los ciudadanos guatemaltecos fueron a las urnas con muchas dudas y pocas certezas.

Los informes que llegaban a la península desde el país centroamericano reconstruían cuidadosamente el clima agitado en vísperas de la campaña presidencial. En particular, fue nuevamente Mario Zanotti Bianco quien se detuvo ante la presencia influyente de miembros del mundo sindical como Lombardo Toledano, o de tendencia marxista, por ejemplo el «Partido de Acción Revolucionaria» de Manuel Pinto Usaga en la lista de Jacobo Árbenz. «Los revolucionarios decidieron apoyar la candidatura de Árbenz», escribió el diplomático, «con la condición de que ratificara su Carta».

Desde el principio se percibió que los otros candidatos no podrían amenazar al ex ministro de Defensa, ya que el «Partido del Pueblo» de Jorge García Granados «no parece, por ahora al menos, tener gran seguimiento», mientras que la participación del general Manuel Ydígoras Fuentes «genera alguna preocupación»45.

El resultado electoral del 19 de noviembre confirmó las opiniones del representante de Palacio Chigi: con el 63.98 % de los votos, Árbenz asumió la presidencia. En línea con las maniobras de su predecesor intentó garantizar al país los recursos adecuados para romper la relación colonial con Washington. Para realizar esto era necesario establecer un ciclo de fortalecimiento de los servicios, por lo tanto, lideró los proyectos de construcción del estratégico puerto de Santo Tomás y de la «Carretera al Atlántico» que «uniría por primera vez el Atlántico al Pacífico y rompería el actual monopolio ferroviario»46.

No obstante, como se desprende de las fuentes diplomáticas, la joya de la «política social audaz» de Árbenz fue el decreto n. 900. La reforma agraria entró en vigor en 1953 y «reviste realmente una importancia excepcional» que terminaría siendo «una innovación de alcance sin precedentes en América Latina». La medida «de tipo soviético» dejaría «inalteradas las propiedades existentes cultivadas intensamente limitando si acaso la expropiación, a favor del Estado, a las partes de ella no suficientemente explotadas». «Otro pilar del proyecto» fue la redistribución del control agrícola, como la asignación de tierras «en usufructo vitalicio a los campesinos que no tengan tierra suficiente»47.

Si sobre la reforma agrícola los embajadores expresaron opiniones positivas y casi de aprecio, lo mismo no se hizo para la coalición de gobierno. No faltaron comentarios de perplejidad respecto a la presencia de partidos marxistas tanto en las instituciones públicas como en las organizaciones sindicales. En cuanto a la «Confederación Guatemalteca del Trabajo», se lee que estaba «abiertamente dirigida por los comunistas», confirmando la intención de Árbenz de «dejar campo libre a las afirmaciones comunistas». En efecto, en noviembre de 1951 el Congreso logró evitar la disolución del Partido Comunista —pedida por 14.000 firmas— que, «apoyándose en cuestiones pro-cedimentales, encontró modo de no tomar en consideración la solicitud», aprovechando la «relativa timidez» de la oposición48.

Así, el «mando fuerte y personal» de Árbenz, entre estratagemas y cambios en el personal burocrático, no encontró obstáculos. Al respecto, los italianos enumeraron algunos ejemplos: el presidente se deshizo de José Arévalo, nombrándolo «Embajador sin sede» «para no tenerlo entre los pies». O sustituyó «personas tan cercanas», como el jefe de la reforma agraria, Martínez, por «hombres de menor altura». Así, desvinculándose, al menos aparentemente, de los sujetos más incómodos, Árbenz logró manejar la vida política «enteramente en sus manos»49.

De alguna manera, los escritos anticipan las incertidumbres relacionadas sea con la personalidad del presidente que con la base comunista de su gobierno. En efecto fue la misma fusión entre un sistema personalista con una base marxista que condicionó las suertes de Guatemala.

Considerando también las variables internacionales50, como el atractivo generado por la Unión Soviética en cuanto vencedora de la Segunda Guerra Mundial, el temor a una posible «sovietización» de los países centroamericanos se hizo cada vez más plausible.

En línea con el nuevo escenario bipolar, en la Casa Blanca se observó cuidadosamente el «caso Guatemala». Desde Washington, Alberto Tarchiani informó el temor de «posibles infiltraciones moscovitas». Por su cuenta, el periodista Edward Tomliston demonizó «los comunistas guatemaltecos [que] han heredado de sus maestros rusos la habilidad de cambiar sus sistemas políticos [...] aunque no reciben directamente de ellos la pauta», mientras que el líder de la mayoría en la Cámara de Representantes, John McCormack «ha estigmatizado violentamente la amenaza constituida por la infiltración comunista en Guatemala y Panamá»51.

Intimidado por la amenaza que se cernía sobre el subcontinente, Harry Truman consideró la posibilidad de resucitar las brutales técnicas de intervención militar, y desde este punto hasta la decisión de conspirar contra el gobierno de Árbenz no pasó mucho tiempo52. Las relaciones tampoco mejoraron con la llegada de Dwight Eisenhower al poder; en los años 1953-54 las tensiones entre América del Norte y Guatemala alcanzaron su punto máximo, con efectos devastadores para todo el panamericanismo.

Las distancias entre los delegados estadounidenses y los latinos pesaron en la magnitud desatada por la X Conferencia de la OEA. Incluso los diplomáticos italianos se dieron cuenta de que mientras los primeros aprovecharon la oportunidad para conferir a las reuniones un matiz político, deteniéndose en «consideraciones de carácter estratégico y militar», los segundos se ilusionaron con poder abordar la «falta de una política económica bien definida y bien coordinada»53.

En la ciudad universitaria de Caracas, el barón Renato Bova Scoppa fue uno de los más activos en informar a su país sobre los acontecimientos de la conferencia. No escatimó en comentar el comportamiento irritado de los delegados guatemaltecos, evidente ya durante la sesión inaugural. Al discurso del ministro de Relaciones Exteriores colombiano Evaristo Sourdis, basado en los valores del sistema panamericano siguieron «aplausos a los cuales se asociaron todos los Ministros de Relaciones Exteriores presentes, salvo el del Guatemala»54.

Los tonos se volvieron más intensos a mediados de marzo, y Bova Scoppa actualizó el Palacio Chigi también sobre el debate central de las reuniones. Por su cuenta, el Secretario de la «República estrellada» Dulles parecía decidido desde el principio a centrar el debate en el «peligro rojo». Según el artículo VI del Pacto de Río, el Secretario se dirigió al Órgano de Consulta para que adoptara una acción «apropiada» y tomara «medidas necesarias para proteger [...] la independencia política contra la intervención del comunismo internacional».

En respuesta, el ministro de Relaciones Exteriores guatemalteco, Toriello Garrido, apeló al ambiguo término de «comunis­mo internacional». Pronunciando uno de los discursos clave en la historia del panamericanismo, pidió aclaraciones sobre las «genéricas acusaciones» contra su país y sobre todo, negó las posiciones filosoviéticas. A su vez, Toriello atacó «la política del garrote, la política del dólar y de los desembarcos de los «Marines» para mantener a los Estados americanos en condiciones semicoloniales»55. Las valientes palabras del canciller recibieron el aplauso más largo de la conferencia y cosecharon un vivo consenso, excepto por las delegaciones de Santo Domingo, Nicaragua y Estados Unidos. Sin embargo, —bajo presión de la Casa Blanca—, la conferencia plenaria aprobó el proyecto definitivo, titulado «Declaración de solidaridad para la prevención y la integridad política de los Estados americanos contra la intervención del Comunismo Internacional». El 13 de marzo se llevó a cabo la votación «fraccionada en unas cuarenta votaciones parciales, enmienda por enmienda, frase por frase»56. Con 17 votos a favor, la resolución fue aprobada, mientras que Guatemala votó en contra y «dos países de indudable fuerza y procedencia», es decir Argentina y México, se abstuvieron57.

Pocos días después, Dulles expresó su entusiasmo por la adopción de la «importantísima decisión» por parte de la Comisión política. En su opinión, se respetó el compromiso de «preservar la integridad de este hemisferio y salvarlo de la grave calamidad que se está desencadenando en otros continentes donde el comunismo internacional ha echado raíces». En una última observación, esperaba que «los enemigos de las libertades que no se filtren a través de la brecha que se ha abierto en nuestras filas»58.

A pesar de la «viva satisfacción» comunicada por el Secretario de Estado, no encontró una aceptación total, especialmente en algunos periódicos estadounidenses. A las críticas se sumó también el embajador Alberto Tarchiani, quien consideró la aprobación de la resolución más como «una afirmación de principios que ya encuentra precedentes en el vasto número de resoluciones aprobadas en las pasadas conferencias interamericanas».59

Si el anticomunismo adquirió un rol central, lo mismo no se puede decir de otros temas. Eso también pareció evidente a los enviados italianos. Por ejemplo, la cuestión de los territorios coloniales europeos en el continente americano pasó a un segundo plano. Mientras Guatemala, México, Chile y Argentina se unieron como un «patrulla de punta anticolonialista»60, Brasil adoptó una posición ambigua, a veces para no enfrentarse a Estados Unidos, otras veces actuando como «conciliador». No es casualidad que sobre la cuestión colonial los representantes de Río se pronunciaran a favor de la «defensa del mundo libre», dejándola en manos de los organismos internacionales. Washington, en cambio, se abstuvo «por necesidad estratégica» ya que había agotado su interés en el dogma anticomunista61.

Sin éxitos validos fue también el tema de los organismos jurídicos de la comunidad interamericana. En primer lugar, se pidió la revisión del Tratado de Bogotá centrándose en «la aceptación de someter a arbitraje no solo las controversias jurídicas sino también las de otra naturaleza». En segundo lugar, se necesitaba revisar la estructura de la Comisión Interamericana de Paz de 1940, ya que «no prevé ninguna rotación de los miembros en su debido momento elegidos». En tercer lugar, se cuestionó si la Corte Interamericana de Justicia debería seguir existiendo. Solo algunos «países menores», como El Salvador, que presentó un proyecto de estatuto, patrocinaron «la defensa».

En cualquier caso, en muchas delegaciones prevaleció la idea de un significativo «paso atrás». Según Bova Scoppa, los resultados de las reuniones estaban lejos de ser satisfactorios. «Es quizás de prever que el deplorable paso atrás terminará por verificarse»62, comentó el barón.

Pero todavía más crítico fue el tono con el que los delegados italianos describieron la elección insensata de la superpotencia de «derrochar miles de millones» hacia una Europa «anquilosada» y un Asia «infiel e infectada, en detrimento de la solidaridad panamericana»63. Al reclamar «una inmediata y más amplia participación de los Estados Unidos en la solución de los problemas económicos», los latinoamericanos esperaban, en vano, canalizar los diálogos hacia la cooperación económica, pero desafortunadamente Washington adoptó un «actitud dilatoria y non committal»64.

En cuanto al acuerdo cultural, la legación se limitó a reportar la noticia de una elaboración de «un plan general» para el reconocimiento mutuo de títulos académicos y la redacción de un «programa de interés cultural continental»65.

Al finalizar los trabajos, los embajadores italianos pudieron destacar las discrepancias entre «aquellos que exaltan los resultados» y «aquellos que hablan de «nada de hecho». Para Guatemala, «ciertamente no se puede hablar de victoria» ya que todas sus propuestas fueron rechazadas. «Todo lo que pudo obtener se redujo a manifestaciones genéricas de simpatía y la abstención de Argentina y México» con respecto a los otros países «no pretenden enfrentarse abiertamente a los Estados Unidos para no comprometer la concesión de esa ayuda tan necesaria»66.

A fin de cuentas, «después de una semana de no fáciles discusiones», la subcomisión compuesta por Argentina, Brasil, Estados Unidos, Venezuela, Colombia, Perú, México, Nicaragua, Uruguay y Panamá aprobó la «Declaración de Caracas» inspirada en los principios de la Unión Interamericana, incluyendo la no intervención en los asuntos internos de los Estados individuales y su completa autonomía.

A pesar de la simple descripción de las reuniones, las opiniones perspicaces de Bova Scoppa fotografiaron el sentimiento de derrota por parte de la oposición (Guatemala, México, Argentina y Bolivia), que «luchó hasta el final». Por lo que se refiere a las demás delegaciones, según el barón, estas habían sido fuertemente condicionados por la «hipersensibilidad y la envidia en materia de independencia y defensa de la soberanía interna [hasta] perder de vista»67.

Por lo tanto, a causa de la incapacidad para encontrar soluciones consensuadas a los problemas, el panamericanismo no podía describirse más que como «muerto al nacer»68, contrariamente a los temores de una «nueva política intervencionista del «coloso» del Norte», que resurgieron69. Como anticiparon los representantes de Roma, comenzó una fase de «monroísmo» en el área al sur del Río Grande, con el fin de conjurar la plaga comunista.

A pocos meses de distancia, la operación «PBSUCCESS» contra Guatemala confirmó las inseguridades expresadas en la capital del estado andino70.

Después de meses de consultas e investigaciones, el Departamento de Estado y la CIA reclutaron al famoso Carlos Castillo Armas como futuro líder de un ejército de liberación nacional. Un papel decisivo también correspondería a algunos estados vecinos, o sea, a Nicaragua, República Dominicana y Honduras ( Schlesinger & Kinzer, 2005, p. 115). En sus territorios, los gobiernos aceptaron establecer bases de entrenamiento militar y estaciones de radio.

Ante la amenaza inminente, Árbenz se vio obligado a aumentar la vigilancia, incrementando el gasto militar71. Bajo el pretexto del rearme de Guatemala, el presidente Eisenhower ordenó un bloqueo naval para todas las embarcaciones extranjeras que se dirigieran hacia América Central (Serino, 2017, pp. 92-95).

Hacia la mitad de junio, la situación alcanzó niveles de tensión más altos. Precisos informes italianos permiten reconstruir el desarrollo de las incursiones. En particular describieron que algunos «aviones no identificados procedentes de Honduras y Nicaragua violaron el territorio guatemalteco» arrojando panfletos de propaganda «que incitaban al ejército guatemalteco a sublevarse contra el gobierno legítimo y constitucional del país»72. Al evento intimidatorio siguieron invasiones más terrestres que aéreas. A Roma llegaron las trágicas noticias de la marcha del ejército de liberación nacional, que atacó con «bombas explosivas [los] depósitos de combustible en el puerto de San José y en la ciudad de Retalhuleu [...] ametrallando edificios gubernamentales, casas privadas y bombardeando bases militares»73.

La épica resistencia por parte del ejército del general Carlos Enrique Díaz de León y de valientes políticos que empuñaron las armas no bastó: el gobierno democrático estaba llegando a su fin.

Por parte de la legación italiana, la agresión fue definida «inqualificable» e «instigada por los intereses de los monopolios extranjeros»74. Algunos ministros —como Gastone Guidotti— particularmente interesados por la evolución del lamentable incidente, siguieron el debate ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas75.

Otros, en cambio enviaron reseñas desde varios países de América Latina. De esta manera, recopilaron las opiniones, en algunos casos contradictorias de un subcontinente atemorizado por la reacción de Washington.

En el comentar la interpretación de los hechos en Argentina, el embajador Giustino Arpesani habló de «notable repercusión». A pesar de que hubo un «indudable mejoramiento de las relaciones con Estados Unidos», el Parlamento de Buenos Aires abogó por un «retorno de la tranquilidad en Guatemala» probablemente impulsado por la «vieja cuestión de las Islas Malvinas»76. Desde Itamaraty, llegaron expresiones de «simpatía por un pequeño país en lucha con un 'coloso'»77.

En Cuba, obviamente, se difundieron claramente «concentración pro-Guatemala» especialmente por parte de «filas izquierdistas y estudiantiles»78. Más inciertas y ambiguas aún resultaron las declaraciones mexicanas. El Ministro de Relaciones Exteriores, José Corostiza, se movió «a lo largo de dos vías: la oficial y ortodoxa, extremadamente prudente y reservada» y otra «privada mediante la cual, con mensajes, declaraciones y artículos de prensa, se continúa arremetiendo contra el imperialismo de Estados Unidos»79.

La operación diabólica encendió las llamas en Uruguay, donde una revuelta estudiantil «iniciada con un mitin terminó con una especie de expedición punitiva a base de piedras y otros proyectiles a mano» contra los periódicos proestadounidenses80. Asustado y preocupado se encontró también el presidente de Costa Rica, José Figueres. En este sentido, los diplomáticos escribieron que Figueres estaba «expuesto a esas posibles maquinaciones e intrigas»81.

Más críticos, en cambio, resultaron los teletipos italianos sobre las últimas horas del mandato de Árbenz. El discurso de renuncia fue definido «breve» y «lacrimoso», así, la decisión de huir por parte del «soldado del pueblo» dejó a la sociedad «incrédula y amargada»82.

Después del exilio de Árbenz en México, el general Díaz asumió el poder y prometió seguir la línea democrática y progresista83. Nuevamente, la CIA intervino para alterar el destino del país centroamericano. Un gobierno militar, compuesto por el coronel Elfego Monzón, el teniente Enrique Trinidad Oliva y el conocido Castillo Armas, derrocó a Díaz (Ivi, p. 139).

Para la diplomacia de la península, detrás de la situación política «fluida» estaba todavía el embajador John Peurifoy, quien «está por ahora a la espera y se considera que en caso de peligro él está listo para intervenir nuevamente para apoyar a Castillo Armas»84.

Este último, proclamado presidente provisional el 8 de julio, adoptó una serie de medidas destinadas «a la erradicación del comunismo y castigo de los responsables»85. En pocos meses, Armas envenenó las ya tambaleantes instituciones democráticas, desde la abolición del Congreso hasta la derogación de la reforma agraria. Al aprobar una nueva ley electoral que «no se inspira ciertamente en criterios democráticos», privó del derecho al voto a las mujeres analfabetas e impuso «el voto público [...] indiscriminadamente para todos»86. En cuanto a las relaciones con Washington, restableció una pasiva condición semi-colonial hacia el capitalismo extranjero (Ivi, p. 134).

Pero la fase de desestabilización no terminó, pues unas pocas semanas después, el dictador fue asesinado por un guardia presidencial. Víctima de otra perturbación política, Guatemala entró en un vacío institucional, y el general Manuel Ydígoras Fuentes aprovechó para tomar el poder87.

La desafortunada situación guatemalteca había destapado el jarrón de Pandora, despertando los fantasmas del imperialismo estadounidense. Aniquilando las instituciones y neutralizando el componente socia­lista, la República centroamericana quedó atrapada entre las garras de feroces regímenes militares y expuesta a las perturbaciones de sangrientas guerrillas. El pacífico sistema democrático quedó solo como una ilusión.

Alberto Tarchiani comentó que el éxito de los eventos no honrara a la Casa Blanca: «La intromisión del «coloso» del Norte en los asuntos internos de un país del continente» causó «mucha desconfianza y temores hacia Washington». Emocionalmente involucrado, el embajador se permitió expresar sus consideraciones sobre la actitud que Italia debería adoptar, asumiendo «la tutela de los intereses de un país que en este momento es objeto de la más viva hostilidad y de las más serias preocupaciones en los Estados Unidos»88.

Lamentablemente, las palabras de Tarchiani no tuvieron mucho seguimiento. Por un lado, la restauración de la dictadura en Guatemala obstaculizó las libertades de movimiento y expresión de las legaciones italianas. Por otro lado, el fin del capítulo democrático para el país centroamericano coincidió con una distracción de Italia hacia otros horizontes, como las realidades más ricas y dinámicas de Sudamérica, el estratégico Mediterráneo y los procesos de integración en Europa.

Conclusiones

A la luz de los eventos analizados, es posible trazar el camino lleno de obstáculos que Guatemala recorrió en la década de 1944-1954.

En primer lugar, gracias a la abundante información proporcionada por una sólida literatura que examina las relaciones interamericanas, ha sido posible analizar sus evoluciones entre los años treinta y la primera parte de la década siguiente. La búsqueda de recursos, así como la consolidación del rol hegemónico en Occidente, por parte de Estados Unidos cambiaron la visión del área al sur del Río Bravo. De ser un 'buen vecino', Washington pasó a ver a América Latina como su 'patio trasero', es decir, como un área estratégica de la cual obtener bienes indispensables.

La traumática ruptura entre el Norte y el Sur causó fracturas inevitables en el ámbito exterior, a menudo agravadas por intervenciones directas de la CIA para fortalecer a las fuerzas conservadoras. Como resultado, las fracturas también se produjeron internamente, ya que las «primaveras democráticas» cedieron el paso a regímenes despóticos.

No pasó mucho tiempo antes de que la superposición de estas distorsiones desencadenara implosiones y desacuerdos populares en una de las realidades más comprometidas: Guatemala. El pequeño país representó el epicentro de los eventos desestabilizadores, pero quedó víctima de estos. De hecho, el escrito ha podido constatar que la república centroamericana sufrió sus propias contradicciones.

Desde el punto de vista político, la pesada herencia de la dictadura, junto con un sistema económico dependiente de Estados Unidos, sofocó las aspiraciones democráticas. La misma ambigüedad que caracterizó a la coalición de gobierno de Árbenz causó consecuencias trágicas. De manera similar, el variado corolario étnico y social quedó perdido en una falta persistente de identidad. Al fin y al cabo, el golpe de Estado de 1954 no hizo más que restablecer la situación inicial, como un efecto búmeran.

En segundo lugar, la consulta de las fuentes diplomáticas italianas se reveló necesaria para profundizar adecuadamente en temas previamente investigados (la «revolución de octubre»; los gobiernos de Arévalo y Árbenz; la operación «PBSUCCESS»). Sin duda, sirvió también para abrir nuevas ventanas interpretativas (la disputa territorial sobre Belice; el incidente del barco «El Quetzal»; el debate ante el Consejo de Seguridad de la ONU).

Según una lectura general de las opiniones, estas parecen en su mayoría fluctuantes, a veces abiertamente proatlánticas (sobre las infiltraciones comunistas en el gobierno de Árbenz), otras veces objetivas (respecto a las compañías estadounidenses; comentando la evolución de los movimientos revolucionarios) y finalmente críticas hacia el «coloso» del Norte (la actitud de Dulles en la X Conferencia de la OEA; el golpe de Castillo Armas).

Igualmente, diferente es la cantidad de la información. En algunos casos (la «revolución de octubre»; las medidas adoptadas por la presidencia Arévalo) los escritos son bastante escasos para identificar el pensamiento de la diplomacia italiana. Contrariamente, otras son extremamente detalladas (explicando las causas que llevaron a la crisis del primer gobierno democrático), como sucede con la documentación de Mario Zanotti Bianco, quien consideró necesario investigar la influencia comunista en la coalición de gobierno y la reforma agraria.

En cuanto a algunos episodios específicos (la Conferencia de Caracas) los teletipos también presentan comentarios astutos tanto personales como colectivos, lo que permite percibir los sentimientos experimentados por los sujetos involucrados. Por ejemplo, el barón Bova Scoppa no se limitó únicamente a informar sobre el desarrollo de las reuniones, sino que opinó sobre las diferentes actitudes de los delegados del subcontinente.

En conclusión, las fuentes diplomáticas resultan esenciales, ya que proporcionan las herramientas adecuadas para interpretar la postura italiana.

El vivo interés de las legaciones por los acontecimientos guatemaltecos no encontró eco en la agenda de política exterior romana. La península seguía siendo una potencia media marcada por los horrores del totalitarismo y devastada por la guerra, en búsqueda de redención, pero con ideas confundidas sobre las ambiciones geopolíticas.

En efecto, poco después Italia habría descuidado el horizonte centroamericano sea a causa de los límites impuestos por las dictaduras que por la vinculante lealtad jurada a Washington. Es cierto también que el alejamiento de América Central estuvo marcado por las aspiraciones hacia zonas estratégicas y por la confianza depositada en los procesos europeos de integración política y económica.



Notas

1 Sobre la «revolución de Octubre», véase Bethell (1991); Comini (1998); Dunkerly, J. (2001); Gleijeses (2005); Guerra Borges (1988); Serino (2017); Toriello Garrido (1997).

2 La literatura que explora en detalle los gobiernos socialistas de Arévalo y Árbenz: Añoveros García (1987); García Ferreira (2015); García Rodríguez (2016); Smith (2005); Vélasquez (2014).

3 Cfr. Albónico (1987); Campanella & Campanella (2006); Helleiner (2014).

4 Con respecto al cambio en la actitud de Estados Unidos hacia el subcontinente.: Gilderhus (1992); Leogrande (1998); Livingstone (2009); Rabe (1978). Para una visión más actual de las relaciones interamericanas: Catapano et al. (2023); De Giuseppe (2020).

5 En cuanto al escenario latino durante la Guerra Fría: Bertaccini (2014); Bethell & Roxborough (2005); Marchesi (2018); Nocera & Wulzer (2020); Pettinà (2018).

6 Sobre este tema remito a: Samper (1954); Palamara (2014). Además, una fuente valiosa para la reconstrucción de los eventos durante la Conferencia es la documentación conservada en el Archivo Histórico Diplomático del Ministerio de Relaciones Exteriores (de ahora en adelante «ASMAE»), Serie Affari Politici (de ahora en adelante «S.A.P») 1951-1957, busta (de ahora en adelante «carpeta») 1603.

7 Para profundizar el plan de la CIA contra Árbenz: Cullather & Gleijeses (1999); Immerman (1982); Mason (2016); Schlesinger & Kinzer (2005); Tompkins & Forenza (2000).

8 Los escritos basados en la búsqueda italiana de legitimidad internacional: Cacace (1987); De Leonardis (2014); Di Nolfo et al. (1992, pp. 709-713); Mammarella & Cacace (2010, pp. 201-250); Pastorelli (1987); Varsori (1998).

9 Entre 1946 y 1958, aproximadamente, 100.000 italianos se trasladaron a Brasil; 300.000, a Venezuela y 600.000, a Argentina (Larizza, 2006, p. 43). Estos enormes flujos migratorios se justificaron por las atractivas ofertas de trabajo, así como por la deslocalización productiva de empresas italianas en América Latina. A finales de la década de 1950 y principios de la de 1970, Fiat unió su capital automotriz con la contribución del estado brasileño de Minas Gerais. De manera similar, Alfa Romeo se asoció con las industrias brasileñas para formar la Fábrica Nacional de Motores. En el Valle del Orinoco (Venezuela), la empresa «Innocenti» gestionó gran­des obras públicas en el sector siderúrgico (Di Camerana, 1995, pp. 60-61).

10 La intención italiana de salir del aislamiento diplomático debía encontrar reflejo en la articula­ción de una política exterior eficaz (Varsori, 1998). Este objetivo solo se pudo lograr abandonando técnicas utópicas, como la «latinidad» o la figura del «caudillo», ampliamente adoptadas por el régimen fascista (Albónico, 1982, pp. 41-51). Con el advenimiento de la nueva forma de Estado, Palacio Chigi pudo tejer tramas efectivas más allá del Atlántico, gracias al compromiso de algunos exponentes, como el conde Carlo Sforza (Palamara, 2018, p. 69), o los políticos Salvatore Aldisio y Giuseppe Brusasca: Cfr. Albónico (1992, p.135); Larizza (2006). Palamara (2018, pp. 114-118); Vernassa (2001).

11 El libro de Martelli (2008) reconstruye las aspiraciones de la política exterior italiana de 1955 a 1966. Fue el ministro Giuseppe Pella quien acuñó el término «neoatlantismo» para indicar la intención de la península de ampliar los horizontes de la diplomacia. Esta nueva orientación fue rica y variada, ya que participaron destacados exponentes tanto del mundo político como del económico, entre ellos Amintore Fanfani, presidente del Consejo de Ministros; Giorgio La Pira, alcalde de Florencia en 1957; el fundador de «ENI», Enrico Mattei y los presidentes de la república Giovanni Gronchi y Giuseppe Saragat. En el período indicado, las más altas autoridades del Estado italiano demostraron su voluntad de restablecer los lazos de «amistad natural» con América Latina. En este sentido, la Conferencia de Montevideo de 1957 expresó las intenciones de Gronchi de desarrollar la cooperación política y económica entre ambos países (Conferenza di Montevideo, 1957). Siguiendo estas directrices, el año siguiente, en São Paulo, Gronchi firmó una importante Declaración con el presidente brasileño Juscelino Kubitschek (Dichiarazione di San Paolo del 10 settembre 1958. (1958). pp. 1071-107). También el sucesor de Gronchi, Giuseppe Saragat participó a viajes de representación al otro lado del Atlántico, a menudo acompañado por Amintore Fanfani. Este último también visitó México, fue la primera vez para una delegación italiana en ese país. Para fortalecer los vínculos, se crearon instituciones internacionales, como la Unión Mundial Democrática Cristiana, establecida durante la III Conferencia Internacional de la DC en Santiago en julio de 1961 (III Conferencia Mundial DC, 1961). Cinco años después, todavía por iniciativa de Fanfani, se fundó en Roma el Instituto Ítalo-Latinoamericano (Palamara, 2018, pp. 162-163).

12 Confróntese con Brands (2010); Friedman (2015); Grandin & Joseph (2010); Harmer (2013); Marchesi (2018); Pettinà (2018); Rabe (2016); Sánchez Nateras (2018).

13 Sobre las relaciones políticas entre Italia y América Latina: Albónico (1992); Di Camerana, (1995); Di Santo (2021); La Bella (2010); Palamara (2018).

14 Los estudios sobre la política exterior fascista hacia el América Latina: Albónico (1982;1984); Diggins (1972); Fotia (2021); Mugnaini (2008, pp.19-40); Spindola Zago (2021, 2022).

15 Entre la literatura sobre las relaciones partidistas: Mainwaring y Scully (2010); Nocera (2015, 2017); Pappagallo (2017).

16 Para una reflexión sobre el fenómeno migratorio italiano hacia el Sudamérica: Bevilacqua et al. (2001); De Clementi (2010); Miazzo (2023).

17 En tres episodios significativos Washington demostró su voluntad de ser un «buen vecino». En primer lugar, durante la VII Conferencia Interamericana en Montevideo (diciembre de 1933), cuando proclamó la adopción de una línea no intervencionista. La decisión de retirar sus propias tropas de Haití, territorio que había estado bajo su control desde 1916. En segundo lugar, en 1934 la presidencia de Roosevelt derogó la Enmienda Platt, promulgada a principios de 1900 con el fin de legitimar la intervención estadounidense en Cuba. En tercer lugar, en línea con el reformismo del New Deal se apoyó el proyecto de reforma agraria bajo la guía del presidente mexicano Lázaro Cárdenas. Además, el modelo de redistribución de la propiedad de la tierra fue emulado al sur de Estados Unidos (Olsson, 2017). Véase también Zanatta (2017, p. 114-117).

18 La primera onda reformista tuvo lugar en países donde la base democrática y sindical ya existía, como Costa Rica, Colombia y Chile. En San José, la administración de Teodoro Picado se instaló en 1946, el mismo año en que Mariano Ospina Pérez llegó al poder en Colombia, al igual que el «Frente Popular» de Gabriel González Videla en Santiago. La segunda onda afectó a territorios donde los gobiernos oligárquicos reprimían las libertades políticas. Se trató de Ecuador, donde la «Alianza Democrática Ecuatoriana» derrocó al gobierno de Carlos Arroyo del Río en 1944. En Caracas, el partido «Acción Democrática» liderado por Rómulo Betancourt deslegitimó al gobierno de Angarita en 1945, mientras que en Perú, José Luis Bustamante y Rivero asumió la presidencia en 1945. Finalmente, en México continuó el proceso democrático, confirmando la exclusión de las Fuerzas Armadas de la esfera política, la aprobación de la reforma electoral y la fundación del «Partido Revolucionario Institucional» en 1946. En conclusión, la tercera onda derrocó las rígidas dictaduras militares en Guatemala, Bolivia, Brasil y Argentina. En el pequeño país centroamericano, la «revolución de octubre» liderada por Juan José Arevalo y Jacobo Árbenz Guzmán desafió la influencia estadounidense en 1944. En Bolivia, el «Frente Democrático Antifascista» obtuvo un sólido apoyo popular en 1947; en Brasil fue el turno del «Estado Novo» declarado por Getúlio Vargas en 1951. Hacia el sur, en Argentina, Juan Domingo Perón ganó las elecciones poniendo fin al autoritarismo del general José Félix Uriburu (Bethell & Roxborough, 1992).

19 Después del VII Congreso del Comintern, celebrado en Moscú en el verano de 1935, en Chile, Costa Rica, Ecuador y Cuba se experimentaron formas de frente popular marxista. En Costa Rica, el «Partido Vanguardia Popular» de Rafael Calderón Guardia y Teodoro Picado inició un largo proceso democrático. En Santiago, de 1936 a 1946, varias figuras de izquierda como Pedro Aguirre Cerda, Juan Antonio Ríos y Gabriel González Videla promovieron agendas políticas asistenciales. En la isla caribeña, los movimientos asumieron posiciones revolucionarias claras, como el «Partido Revolucionario Cubano Auténtico» de Ramón Grau San Martín en 1934. Finalmente, en Ecuador, la «Alianza Democrática Ecuatoriana» de José María Velasco Ibarra lideró un golpe de Estado en 1944 (Thorp, 2005, pp. 157-181).

20 Los proyectos de industrialización al sur del Río Grande encontraron una sistematización teó­rica en la doctrina «desarrollista» elaborada por el argentino Raúl Prebisch, Secretario Ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe» (Cepal). Fundada en 1948 por las Naciones Unidas, la Cepal tenía como objetivo mejorar el aparato industrial e infraestructural latino. Para alinear los proyectos de desarrollo con el contexto, la sede se estableció en Santiago de Chile. Trece años después, en línea con esa teoría, el presidente John F. Kennedy presentó la «Alianza para el Progreso» en un discurso en Punta del Este. El proyecto incluía un plan decenal de asistencia económica para los países latinoamericanos con mayoría democristiana. Desafortunadamente, con el declive de las premisas intelectuales de Prebisch en el primer caso, y las complicadas circunstancias internas y externas de Estados Unidos en el segundo caso, ambas iniciativas fracasaron miserablemente (Zanatta, 2017 pp.153-167).

21 En Costa Rica (1948), Colombia y Cuba (1953), el partido comunista fue prohibido en la esfera gubernamental. Según Pettinà (2018), la proscripción de los partidos comunistas condujo inevi­tablemente a convulsiones políticas, como la proliferación de la lucha armada. En particular, en opinión del autor, esto ocurrió en Venezuela, Perú y Cuba (pp.76-79). Chile también se adaptó a las solicitudes estadounidenses con la promulgación de la «Ley de Defensa Permanente de la Democracia» n. 8987. La norma provocó la eliminación de aproximadamente 26 000 votantes de los registros electorales, la disolución de partidos de inspiración marxista y el despido de funcio­narios estatales vinculados a la izquierda (Bethell & Roxborough, 2005, pp. 303-304).

22 El ciclo democratizador también enfrentó dificultades para establecerse en Argentina y Brasil. En Buenos Aires, el derrocamiento del gobierno de Juan Domingo Perón y el advenimiento de la «Revolución Libertadora» marcaron el comienzo de un período de gran inestabilidad marcado por la continua intervención del ejército en la vida política y civil del país (1955). En Brasil, el gobierno entró en una larga crisis que culminó con la nominación de Eurico Gaspar Dutra. Este último estableció una democracia limitada, excluyendo a los analfabetos del derecho al voto y prohibiendo el partido comunista (1947) (Bethell & Roxborough, 2005, pp. 303-304).

23 Entre las décadas de 1960 y 1980, al sur del Río Bravo se desató un vórtice de eventos deses­tabilizadores. Aunque América Central y el Sudamérica compartieron destinos traumáticos, los eventos mostraron diferencias. En el Sur, la experiencia de la isla caribeña galvanizó a numerosos grupos revolucionarios, extendiéndose desde el ámbito nacional (Harmer, 2011). Al frente del foco revolucionario se encontraban los «Tupamaros» uruguayos, los «Montoneros» argentinos y el «Movimiento de Izquierda Revolucionaria» chileno (Marchesi, 2018). A pesar de que las guerrillas desestabilizaron el subcontinente, no lograron derrotar el statu quo. El fracaso de los diseños de frente popular se debió al endurecimiento de las medidas para mantener el orden público. En efecto, una de las características principales de los años Setenta fue la actitud brutal y represiva de las Fuerzas Armadas. Solo al final del conflicto bipolar, con la disminución de las tensiones entre Occidente y Oriente, se formalizaron los procesos de normalización. Finalmente, en Argentina (1983), Brasil (1985), Chile (1988-90), Uruguay (1984) y Paraguay (1989-92), las democracias se estabilizaron (Smith, 2005). En el istmo centroamericano, el impacto del terre­moto desencadenado por los «barbudos» también fue significativo, especialmente en Nicaragua. El «Frente Sandinista de Liberación Nacional» lideró la revolución en 1979; gran parte del con­senso que obtuvo se debió a la menor intervención demostrada durante la presidencia de James Carter (Sánchez Nateras, 2018). El modelo nicaragüense tuvo eco en El Salvador, donde sur­gió el «Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional» y en Guatemala, con el «Ejército Guerrillero de los Pobres» y las «Fuerzas Armadas Revolucionarias» (Leogrande, 1998).

24 A continuación se mencionan los nombres de algunos embajadores y diplomáticos italianos comprometidos en el hemisferio americano: Arpesani Giustino (embajador italiano en Argentina desde 1947 hasta 1955 y en México desde 1955 hasta 1960); Bova Scoppa Renato (emba­jador italiano en Caracas de 1953 a 1955); De Franchis Carlo (secretario y cónsul de segunda clase de 1945 a 1946); Grillo Remigio Danilo (primer secretario de legación de primera clase, Jefe de la Oficina de la Dirección General de Asuntos Políticos del Ministerio de Relaciones Exteriores en 1951); Guadagnini Piero (cónsul de segunda clase y secretario de la Misión Diplomática en Guatemala de 1943 a 1947); Guidotti Gastone (ministro plenipotenciario de segunda clase en Guatemala en 1951); Silenzi Gugliemo (enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Costa Rica, Guatemala y Nicaragua de 1945 a 1948); Tarchiani Alberto (embajador italiano y jefe de la Misión en Washington de 1945 a 1955); Zanotti Bianco Mario (enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica de 1948 a 1951). Cfr. Documenti Diplomatici Italiani, Décima Serie 1943-1948, vols. II-VII; Undécima Serie 1948-1953, vols. I-VI.

25 Pettinà (2018) enumeró los dictadores que gobernaron los países centroamericanos entre la pri­mera y la segunda mitad del siglo XX: Maximiliano Hernández Martínez lideró El Salvador desde 1931 hasta 1944; Tiburcio Carías Andino fue presidente de Honduras desde 1933 hasta 1949; el general Jorge Ubico y Castañeda permaneció en el poder en Guatemala desde 1931 hasta 1944; la «era» del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina comenzó en 1930 y terminó en 1952; finalmente, Anastasio Somoza García fue el patriarca de la familia en el poder en Nicaragua desde 1937 hasta 1979 (p. 86).

26 Esta fase prolongada de estancamiento se remonta al final del siglo XIX, cuando el capitalismo estadounidense extendió sus tentáculos sobre cada aspecto de la vida pública a Sur del Río Bravo. Para consolidar el monopolio sobre los preciosos recursos naturales, Washington legitimó el ascenso de regímenes totalitarios, acelerando las señales de desintegración interna (Dunkerly, 2001, p. 12).

27 Tejida con la presidencia reaccionaria, la UFCO administraba el 70 % del territorio dedicado a la exportación de café, caña de azúcar y algodón (Gleijeses, 2005, p. 90). El libro de Serino (2017, p. 12) ofrece una interesante reconstrucción histórico-económica de la compañía. El capi­tán Lorenzo Dow Baker administraba varias plantaciones de plátano en Port Antonio (Jamaica), en nombre de Washington. En 1885, un equipo de ocho inversionistas colaboró con el empresa­rio Andrew Preston para fundar la Boston Fruit Company. Desafortunadamente, la producción sufrió un revés debido a un fuerte huracán que azotó las costas de Jamaica en 1889. La solución fue encontrada por el banquero Minor Cooper Keith, en busca de capital tras el fracaso de la compañía crediticia Hoadly and Company. La comunidad de intereses llevó a la creación de la United Fruit Company el 30 de marzo de 1899. Aunque su sede estaba en Guatemala, las cadenas de producción se extendían ampliamente por toda la región central (Cuba, El Salvador, Jamaica, Honduras y Nicaragua) (Toriello Garrido, 1997, p. 474). Conocida como «el pulpo», la UFCO monopolizaba el 80 % de la producción total de banano de los países centroamericanos. Además, la compañía contaba con el respaldo de otros gigantes empresariales, como General Electric, International Railway of Central America, Radio Corporation of America, Tropical Radio Telegraph Company (Schlesinger & Kinzer, 2005, p. 83).

28 Embajada de Italia en Washington al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 22.02.1950, ASMAE, S.A.P 1946-1950, país: Guatemala, carpeta 2.

29 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 31.03.1950, ASMAE, S.A.P 1946-1950, país: Guatemala, carpeta 2.

30 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 22.12.1945, ASMAE, S.A.P 1931-1945, país: Guatemala, c. 4.

31 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 03.07.1944, ASMAE, S.A.P 1931-1945, país: Guatemala, c. 4.

32 Embajada de Italia en Madrid al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 08.07.1944, ASMAE, S.A.P 1931-1945, país: Guatemala, c. 4.

33 Embajada de Italia en Londres al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 05.08.1944, ASMAE, S.A.P 1931-1945, país: Guatemala, c. 4.

34 Embajada de Italia en Londres al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 05.08.1944, ASMAE, S.A.P 1931-1945, país: Guatemala, c. 4.

35 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 07.08.1944, ASMAE, S.A.P 1931-1945, país: Guatemala, c. 4.

36 Embajada de Italia en Madrid al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 04.11.1944, ASMAE, S.A.P 1931-1945, país: Guatemala, c. 4.

37 Embajada de Italia en Madrid al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 16.11.1944, ASMAE, S.A.P 1931-1945, país: Guatemala, c. 4.

38 Las fuentes son herramientas valiosas para profundizar en un tema poco conocido: la reivindi­cación por parte de Guatemala del pequeño estado vecino de Belice. Este acontecimiento seguía siendo una cuestión geopolítica casi centenaria con Gran Bretaña. No se limitaba únicamente a una razón territorial, también incluía aspectos demográficos, como la adquisición de la ciu­dadanía guatemalteca para los nacidos en la colonia de Honduras británica. En primer lugar, Arévalo mostró su intención de reanudar los diálogos con Londres a través de la diplomacia del ministro de Relaciones Exteriores, Eugenio Silva Peña. En diciembre, recién llegados a América Central, el ministro plenipotenciario Guglielmo Silenzi y el primer secretario Piero Guadagnini informaron a Roma sobre la voluntad del gobierno guatemalteco de «llegar a una solución defi­nitiva y satisfactoria de la cuestión». Más que una ambiciosa visión de política exterior, Arévalo consideraba la isla «como parte del territorio nacional» según el artículo 60 de la Constitución de 1944. Basándose en la norma jurídica, el gobierno reiteraba que «a cualquier persona nacida en el territorio de Belice que solicitara la ciudadanía guatemalteca se le reconocería la calidad de ciu­dadano de Guatemala». (Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 31.12.1945, ASMAE). Desde el punto de vista inglés, la disputa podría resolverse garantizando al individuo la libre elección de obtener o no la ciudadanía guatemalteca. Se tra­taba de un «derecho a posederla» por lo tanto, Londres especificó que «no reconoce que este comunicado en modo alguno pueda modificar el Estatuto personal actual de cualquier persona interesada». (Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 31.12.1945, ASMAE).

39 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 10.02.1950, ASMAE, S.A.P 1946-1950, país: Guatemala, carpeta 2.

40 Embajada de Italia en Washington al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 22.03.1950, ASMAE.

41 A pesar de que Guatemala estaba experimentando una esperanzadora «primavera democráti­ca», los temores de posibles convulsiones institucionales sacudieron al país. El presidente Arévalo se vio envuelto en un grave accidente automovilístico, lo que llevó a considerar la posibilidad de su reemplazo en el cargo. El segundo miembro de la «junta revolucionaria», Francisco Arana, sería el próximo candidato, según un pacto secreto firmado en 1947, el «Pacto de Barranco» (Gleijeses, 1990, pp. 86-87). Sin embargo, el líder de los grupos paramilitares incumplió el acuerdo y amenazó con un golpe de Estado. Tras una reunión entre el presidente Arévalo y los miembros más confiables, incluido el ministro de Defensa Jacobo Árbenz Guzmán, se acordó la idea de eliminar a Arana. El atentado perpetrado en el Puente de la Gloria fue la chispa que encendió el fuego entre los oligarcas de derecha y las Fuerzas Armadas, fieles a Arévalo. Este último aprovechó el evento para atribuir la culpa del asesinato de Arana a los reaccionarios (Gleijeses, 1990, pp. 86-87). Respecto al misterioso incidente, la diplomacia italiana comentó que «el ambiente es pesado y el mismo gobierno, a pesar de las numerosas medidas de seguridad que ha tomado, no está en absoluto tranquilo». De hecho, las declaraciones del presidente Arévalo «no han gustado a nadie». (Embajada de Italia en Washington al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 22.03.1950, ASMAE, país: Guatemala, carpeta 2).

42 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Nota del 25.03.1950, ASMAE, ibid.

43 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 19.06.1950, ASMAE, país: Guatemala, carpeta 2.

44 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 08.11.1950, ASMAE, país: Guatemala, carpeta 2.

45 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 17.03.1950, ASMAE, país: Guatemala, carpeta 2.

46 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 11.11.1952, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1586.

47 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 23.05.1952, ASMAE, S.A.P. 1951-1957, c. 1586.

48 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 09.11.1951, ASMAE, S.A.P. 1951-1957, c. 1586.

49 Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 01.08.1952, ASMAE, S.A.P. 1951-1957, c. 1586.

50 De las fuentes se entiende una paréntesis que confirma las malas relaciones entre los países centroamericanos. En julio de 1952, el barco "El Quetzal" del general Miguel Ángel Ramírez, un exiliado dominicano fue interceptado por embarcaciones dominicanas lideradas por el capitán Ángel Brito. La tripulación, compuesta por guatemaltecos, cubanos y dominicanos fue condenada a muerte por el presidente Trujillo. Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores guatemalteco, Manuel Galich convocó a la OEA para hacer cumplir el «derecho de batimiento» que «pertenece al General Martínez, dominicano, y de hecho, detrás del general, hay prominentes políticos cubanos y no guatemaltecos». Paradójicamente, decisiva para una solución fue la figura de Ángel Brito, quien en el momento del juicio «se había autoacusado de alguna manera, luego declaró ser un revolucionario que se había arrepentido mientras estaba en alta mar». La situación se resolvió con la condena a trabajos forzados de los miembros de la tripulación dominicana, «incluido el mencionado capitán Brito». De: Legación de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 31.12.1952, ASMAE, S.A.P. 1951-1957, c. 1586.

51 Embajada de Italia en Washington al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 27.06.1952, ASMAE, S.A.P. 1951-1957, c. 1586.

52 Según lo informado por Serino (2017), detrás del cínico plan "PBFORTUNE" estaba el dictador nicaragüense Anastasio Somoza. Este último viajó a Nueva York para obtener un reconocimiento especial por su política anticomunista. En esa ocasión, Somoza solicitó al presidente Truman apoyo militar a cambio de una operación para proporcionar a Guatemala los anticuerpos necesarios contra la infección comunista. En la densa red de personas involucradas se encontraban personalidades del ámbito militar, como el general Castillo Armas y del ámbito jurídico, el abogado de la UFCO Juan Córdova Cerna. Sin embargo, el 8 de octubre de 1952 la CIA canceló la operación, ya que algunos agentes secretos de Árbenz lograron interceptar cartas secretas enviadas por Castillo Armas (p. 44).

53 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 03.03.1953, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

54 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 01.03.1954, ASMAE, S.A.P. 1951-1957, c. 1603.

55 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 03.03.1953, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603..

56 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 16.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

57 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 16.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

58 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 17.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

59 Embajada de Italia en Washington al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 18.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

60 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 24.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

61 Embajada de Italia en Washington al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 18.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

62 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 30.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

63 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 10.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

64 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 08.04.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

65 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 17.07.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

66 Embajada de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 10.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

67 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 29.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

68 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 24.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

69 Embajada de Italia en Venezuela al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 16.03.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1603.

70 Durante la larga fase de premeditación, varios actores interactuaron para derrocar al gobierno de Árbenz. Descartada la opción de una intervención militar brutal dirigida por el general R.C. Partridge, los hermanos Allen y Foster Dulles aconsejaron al presidente Eisenhower una acción encubierta. En agosto de 1953, durante una reunión del "National Security Council" presidida por Allen Dulles se decidió convocar al coronel Albert Haney para dirigir la delicada operación desde la sede en Florida y a través de centros de comunicación estratégica (Schlesinger & Kinzer, 2005, p. 108).

71 Árbenz recurrió al mercado militar checoslovaco y polaco para armar su país. La artillería entregada a Guatemala por la fábrica polaca «Skoda» llegó a Puerto Barrios en mayo de 1954. Desafortunadamente, la inversión resultó poco satisfactoria ya que las armas estaban obsoletas (algunas datadas de la Primera Guerra Mundial) (Serino, 2017, p. 95-100).

72 Boletín n.2 de la embajada de Guatemala al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, 19.06.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1612.

73 Boletín n.2 de la embajada de Guatemala al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, 19.06.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1612.

74 Boletín n.2 de la embajada de Guatemala al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, 19.06.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1612.

75 Según los telespresos de Gastone Guidotti se dio a conocer el complicado desarrollo de la situación en el Consejo de Seguridad. Para «cesar el derramamiento de sangre», Guatemala propuso su moción en el orden del día, pero solo obtuvo cuatro votos a favor, de Dinamarca, Líbano, Nueva Zelanda y la URSS, mientras que Francia e Inglaterra se abstuvieron. Según Guidotti, la presencia del senador estadounidense Henry Cabot Lodge, ejemplo de la «extraordinaria importancia emotiva» que caracterizaba la Casa Blanca condicionó el resultado de la sesión. Además, el político se expresó de manera amenazante, advirtiendo a otros Estados que se mantuvieran alejados de su hemisferio y que no «interfieran en sus relaciones». De: Embajada de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 24.06.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1612.

76 Embajada de Italia en Buenos Aires al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 28.06.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1612.

77 Embajada de Italia en Río de Janeiro al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 25.06.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1612.

78 Embajada de Italia en La Habana al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 18.06.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1612.

79 Embajada de Italia en México al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 17.06.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1612.

80 Embajada de Italia en Uruguay al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 28.06.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1612.

81 Embajada de Italia en Washington al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 9.07.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1612.

82 Embajada de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 28.07.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1613.

83 En los días inmediatamente posteriores a la renuncia de Árbenz, la CIA llevó a cabo otro plan, el «PBHISTORY». La operación tenía como objetivo encontrar pruebas irrefutables de la relación entre Guatemala y la Unión Soviética, para justificar su intervención. La inteligencia estadouni­dense entre junio y julio de 1954 examinó cerca de 500.000 documentos, pero encontró pruebas poco comprometedoras para confirmar sus sospechas. (Holland, 2004, pp. 300-332).

84 Embajada de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 10.09.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1613.

85 Embajada de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 28.07.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1613.

86 Embajada de Italia en Guatemala al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 02.10.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1613.

87 Los candidatos en las nuevas elecciones eran tres: el general Manuel Ydígoras Fuentes, apoya­do por la extrema derecha; Miguel Asturias Quiñónez, representante de la «Democracia Cristiana Guatemalteca» y Miguel Ortiz Passarelli, respaldado por el «Movimiento Democrático Nacional». El 20 de octubre de 1957, al término de las elecciones Ydígoras Fuentes acusó al gobierno de fraude electoral a favor de Passarelli. Esto desencadenó violentas protestas de la extrema derecha que terminaron en enfrentamientos con la policía. Otro hecho inesperado ocurrió cuando el ministro de Defensa, el coronel Juan Francisco Oliva apoyó la solicitud de anulación de las elecciones reconociendo las acusaciones de fraude electoral como válidas. El 24 de octubre el presidente provisional de la República, Luis Arturo González López fue depuesto por una junta militar. El objetivo de despojar del poder a todos los ex seguidores de Castillo Armas se había logrado. Minaccia di tempesta nel Guatemala. (1957 agosto, pp. 944-945).

88 Embajada de Italia en Washington al Ministerio de Relaciones Exteriores, Telespresso del 22.05.1954, ASMAE, S.A.P 1951-1957, c. 1613.



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