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SAÚL IBARGOYEN ISLAS:
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HISTORIA DE LAS IDEAS Y DE LA CULTURA
10.14718/CulturaLatinoam.2024.39.1.4
Roberta Giordano1
Università degli Studi della Tuscia
0000-0002-5900-7982
roberta.giordano@unitus.it
Y los sueños continúan todavía,
reproduciéndose,
narrando con la voz silenciosa de la bruja
lo que no quiero ver,
porque a veces perdemos la chance
de que el recordar sea una opción de alta libertad
(Ibargoyen Islas, 2016, p. 99)
Fecha de recepción: 30 de marzo de 2024
Fecha de aceptación: 30 de julio de 2024.
Referencia: Giordano, R. (2024). Saúl Ibargoyen Islas: el recuerdo de la miseria. Cultura Latinoamericana, 39(1), 100-116. 10.14718/CulturaLatinoam.2024.39.1.4
Resumen
A partir de los relatos testimoniales que forman parte del volumen Porca miseria, el artículo indaga el valor que el recuerdo adquiere para la representación de algunos topoi geográficos, sociales y políticos, como las ciudades latinoamericanas del siglo pasado, sobre todo las de frontera. Saúl Ibargoyen Islas encarna perfectamente con esta obra la complejidad de la ubicación territorial como dimensión cultural y existencial mixturada, profundamente marcada por opuestos y contradicciones. La lengua, en sus páginas, se transforma en algo pulsante, un instrumento potentísimo con el cual, sin ninguna pretensión sociologizante, el autor se mide con un mal sempiterno de ese espacio y de la historia humana: la pobreza, carencia material y espiritual.
Palabras clave: Saúl Ibargoyen Islas; Porca miseria; recuerdo; frontera
Abstract
Based on the testimonials in the book Porca Miseria, this article delves into the value of memory in representing some geographical, social, and political topoi, such as Latin American cities of the last century, especially those on the border. With this work, Saúl Ibargoyen Islas perfectly captures the intricacies of territorial location as a mixed cultural and existential dimension, deeply marked by opposites and contradictions. In its pages, language is transformed into something pulsating, a potent tool with which, without any pretense of sociology, the author confronts an everlasting evil of that space and human history: poverty as material and spiritual deprivation..
Keywords: Saúl Ibargoyen Islas; Porca miseria; memory; border
Saúl Ibargoyen Islas: el escriba de pie
Saúl Ibargoyen Islas (Montevideo, 1930 - México D.F., 2019), una de las voces más eminentes del panorama literario latinoamericano, publicó desde 1954 más de setenta títulos, que comprenden novelas, poesías, relatos y muchísimos otros textos en revistas literarias de diferentes países. Profesor, formador en talleres y recopilador de otros autores (véanse las antologías de poetas latinoamericanos publicadas con Jorge Boccanera: Poesía rebelde en Latinoamérica (1978); La nueva poesía amorosa de América Latina (1981) y Poesía contemporánea de América Latina (1982), su nombre fue incluido por Rama entre los representantes de la «generación crítica», es decir, esos intelectuales uruguayos del siglo pasado que asumieron como eje clave de su actividad «el cuestionamiento de las formas establecidas, problematizándolas, separando aisladamente sus partes integrantes —desintegrándolas bajo la óptica analítica— para así, atomizadas, destruirlas». (Rama, 1972, p. 345)
Aun incluyendo en su catálogo a economistas, periodistas, dramaturgos y artistas, Rama colocó en el centro de sus reflexiones a los escritores (Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Idea Vilariño, Emir Rodríguez Monegal, Eduardo Galeano, Sylvia Lago, Jorge Sclavo, Mario César Fernández, etc.), ya que, según su opinión, estaban dotados de una mayor perspicacia para detectar cambios y rupturas:
Contra el intento de celebración que, de la sociedad a la literatura, transformaba todo en una rosa perfecta, opuso el análisis desintegrador que ve las espinas: el marchitarse del color, la caducidad de las formas, así como lo grotesco del arrebato celebrante. Contra el idealismo terca y fraudulentamente anclado en el futuro al que cree contemplar desde lo alto de la ola contemporánea, opuso la inserción en el tiempo, el fluir de la vida, la historia como obsesión, la recuperación del pasado como necesidad de interrogación a las raíces, el sentimiento de la inseguridad y precariedad de la existencia. Contra las formas brillantes que han devenido herméticas no por necesidad interna sino porque nada tienen que comunicar, opuso la grisura y la sencillez, el coloquialismo despojado, la simple verdad. (Rama, 1969, p. 104)
La mezcla de experimentalismo literario y compromiso político emerge como elemento vertebrador de la escritura de Ibargoyen Islas (Marcos, 1983a, p. 70), quien ha sabido combinar el rigor literario con la ironía, la parodia, lo grotesco y el arma desacralizante del humor para desenmascarar a los personajes prototípicos de la sociedad y sus tics, y para denunciar los abusos de poder, las inercias y las rutinas de una época. Una muestra tangible de esta actitud nos la brinda mediante el texto transcrito a continuación, relativo a una supuesta declaración fraguada en las mazmorras policiales y extraído de La sangre interminable:
LOS QUE SUSCRIBEN, pensando en la pública utilidad y felicidad de una oportuna deposición en estos dramáticos momentos que sufren Rivamento y sus conmocionados alrededores, se presentan espontáneamente ante la superioridad de los dignos delegados escuchantes, y con la mano agitada y pétrea en el preocupado corazón y en el inmaculado libro de los textos patriotísticos se presentan, exponen, manifiestan y afirman. (Ibargoyen Islas, 1982, p. 114)
Precisamente con obras como La sangre interminable (1982) Ibargoyen Islas construye una nueva «cartografía literaria», pululante de sujetos valiosos como Joaquín Coluna, protagonista a partir de los primeros relatos (Fronteras de Joaquín Coluna, 1975), militante sindical torturado y asesinado por las fuerzas parapoliciales durante la dictadura en Uruguay. Además, esta novela desvela una actitud específica, como nota Marcos: «definir tipos individuales verosímiles y convincentes, sin perder de vista la dialéctica social que le sirve de contexto», y recurriendo a la expresividad propia del habla coloquial nos ofrece «un despliegue lúdico e híbrido del lenguaje como campo fronterizo de encuentro y fermentación de substratos lingüísticos y culturales en conflicto», que se nutre de «una especie de variante dialectal aparentemente muy torpe e imprecisa, pero que el escritor uruguayo se encarga de potenciar en toda su nobleza poética» (Marcos, 1983a, p. 70).
Esta manera de entender la escritura, además, probablemente haya contribuido a delinear un modelo completamente nuevo respecto al del boom, de ahí la definición de escritura post-borgiana, caracterizada por:
el vértigo coloquial de la prosa, una técnica metonímica de óptica cinematográfica, cierto desdén por la orfebrería verbal y la arquitectura neobarroca del relato, una restauración del conflicto social y, al mismo tiempo, una impugnación dialéctica del referente basado en la recreación artística de la tradición oral. (Marcos,1983a, p. 69)
Con ocasión de la muerte del escritor, Pallares pronunció un discurso-homenaje en la Academia Nacional de Letras de Uruguay, de la que Ibargoyen Islas fue Académico correspondiente en México. En ese discurso, y tras haber evocado el significado de esa muerte no solo para las letras del país, sino también para su lengua por la excepcionalidad de su estilo:
el empleo predominante del verso libre, del versículo [...] de una oralidad radical. Incorporó lo conversacional y la trasgresión del léxico y la sintaxis, el uso literario de una elocución inagotable, exploradora, experimental, irreverente con lo inhumano, discriminador y despótico. Su elocución es capaz de hacer palpables los fluidos corporales, ciudadanos o industriales. (Pallares, 2019, s.p.)
hizo hincapié en que su ideal «de la poesía como un hecho de realización colectiva en permanente construcción» se había concretado en un sistema expresivo multiforme que, lejos de representar un aspecto formal, más bien había sido el acmé de una intensa labor metapoética y metalingüística:
[... ] en su escritura haya extensas anáforas sintácticas, llamativos y reiterados neologismos, repeticiones, inversiones, acumulaciones enumerativas o no, vocablos y expresiones que sin el contexto serían malsonantes, adjetivaciones metafóricas, figuración verbal, hipérbatos, giros coloquiales y libre uso de los signos de puntuación, de las mayúsculas y minúsculas y a veces de la ortografía y las grafías. El sujeto poético en la poesía de Ibargoyen se instala en una transcursividad irrestricta que da lugar a una transpolifonía de la que ya se habló en procura de la imposible recuperación del origen de todas las cosas y la reunión de todos los registros y niveles de la lengua. Una de las marcas de este rasgo está en la catarata de citas, acápites, dedicatorias e interpolaciones que hay en sus libros. (Pallares, 2019, s.p.)
Cabe recordar, en efecto, que el poeta Ibargoyen Islas2 fue colocado dentro de la corriente de la «poética coloquial» (según la definición de Fernández Retamar [1975]) o «poética comunicante» (según la definición de Benedetti [1971]). A partir de la idea de que la poesía, entendida como medio de comunicación entre épocas, generaciones y ámbitos distintos, debía «llegar» a su lector, se explotó una nueva tendencia en la América hispánica entre los años cincuenta y sesenta que impuso, tanto desde una perspectiva expresiva como conceptual, una profunda transformación al verso (entre sus protagonistas podemos citar a: Mario Benedetti, Nicanor Parra, Antonio Cisneros, Ernesto Cardenal, José Emilio Pacheco, Roberto Fernández Retamar, etc.).
Si desde el punto de vista temático, sin renunciar a temas intimistas y asentados del género (el amor, la soledad, la muerte, el tiempo, la memoria), la poesía coloquial era decididamente comprometida y testimonial, desde el punto de vista formal se presentaba densa de frases hechas y modismos a los que, como enseña el título del ensayo de Alemany Bay (2015) (La oveja roja de la poesía), se añadía alguna variante para sugerir algún significado más respecto al convencional3. Además, la poesía coloquial se entendía como un hecho compartido y nunca exclusivo de un creador iluminado. Por esto, a través de ingredientes cotidianos y desmitificadores, a menudo se transformaba en un espacio de reflexión sobre sí misma y sobre lo que la palabra quería significar.
Precisamente con relación a dicha propensión al cuestionamien-to sobre el significado de la palabra y sobre la realidad que el lenguaje sería capaz de construir, Gelman (1991) ha detectado una elevadísima sensibilidad en la poética de Ibargoyen:
una voluntad de distinta palabra —tomo palabras del autor— que nada tiene que ver con «confundidos verseadores del esfumado trópico dariano» ni con «la triste mentirología de arrugados poetas estatuarios». Nada que ver. Estas son «palabras escritas con intención de sangre.». Este libro tiene la trama de luchas, exilios, olvidos y memorias del poeta. Pero esa trama no consiste en la sucesión de los poemas, sino en la profundidad del material escrito. (en Giraldi dei Cas, 2020)
La frontera
El uso de una mixtura lingüística, el portuñol4, que, aunque no nueva en las letras nacionales5 ha sido incorporada por Ibargoyen Islas como un rasgo distintivo de gran parte de su prosa, ha llevado a Aínsa (1994) a suponer que nuestro autor habría creado un «territorio independiente» en la literatura uruguaya. Precisamente a partir de la ciudad de Rivamento, síntesis físico-lingüística de dos capitales, una uruguaya, Rivera, la otra brasileña, Livramento, que comparten profundas y dolorosas heridas desde la llegada de los imperios español y portugués al Río de la Plata, el área rural fronteriza se ha transformado en un microuniverso narrativo, el espacio bicultural y bilingüe de una frontera indefinida.
Para poder descifrar correctamente a Ibargoyen Islas y su producción hay que tener en cuenta que desde la época de la colonia en Uruguay, un territorio sin límites muy precisos, coexistieron juntas las poblaciones indígenas, españolas y lusitanas. El año 1680 fue crucial para el proceso de expansión de la comunidad portuguesa con la fundación de Colonia del Sacramento frente a Buenos Aires (España la reconquistaría de forma definitiva en 1777), acción luego contrarrestada por los españoles con la fundación de la ciudad de Montevideo (1724-1730).
Desde ese momento, las dos nuevas entidades simbolizaron el conflicto hispano-lusitano en el país. El Río Negro, por su parte, además de dividir el país en dos regiones, estigmatizó el contraste entre dos situaciones político-sociales muy distintas: la del norte, donde la presencia lusitana fue fuerte e ininterrumpida, tanto por circunstancias históricas (la riqueza ganadera de sus campos y el escaso número de habitantes de origen español) como político-militares y sociales (las alianzas matrimoniales), y la del centro y del sur con un predominio de criollos de ascendencia hispánica (Bertolotti & Coll, 2014).
Tras la independencia de España y el establecimiento de la República, a partir de 1853 el Parlamento uruguayo puso en marcha un proceso de progresiva consolidación de su presencia con la fundación de una serie de poblaciones (Cuareim, Treinta y Tres, Villa Artigas, Villa Ceballos, etc.), ocupando de facto la frontera norte. Este fue el origen del contacto entre las dos etnias, gracias al cual la lengua española penetró en el norte del país, hasta entonces sociolingüísticamente dominado por el portugués.
Sucesivamente, las políticas educativas impulsadas por el Decreto-ley de Educación Común de 1877, que fijaba la obligatoriedad de la enseñanza primaria y el español como lengua de la educación en todo el país, relacionaron la enseñanza de la lengua con el fortalecimiento del Estado uruguayo (Behares, 1984). Comenzó así la progresiva expansión del español sobre la base lingüística portuguesa de tipo sustrato-superestrato que daría origen a una variedad del portugués que, en la actualidad, es la primera lengua de una amplia zona fronteriza (Bertolotti & Coll, 2014).
La situación lingüística de estos departamentos (sobre todo Artigas, Rivera y Cerro Largo), investigada en particular por Rona (1963), Hensey (1982) y Elizaincín Eichenberger, Behares y Barrios (1987), ha sido catalogada como bilingüe y diglósica, dada la copresencia en una misma comunidad de dos lenguas con funciones comunicativas complementarias: el español, lengua de educación y administración, y una variedad del portugués, usada por una amplia porción de la población (con un nivel de instrucción primario) sobre todo en ámbitos informales (Bertolotti & Coll, 2014).
Esta complejidad social, demográfica y cultural la registrará y la transferirá Ibargoyen Islas gracias a un realismo profundo, cuyo factor más impactante y de ruptura es la lengua:
Lo que separa a Ibargoyen de García Márquez no es la anécdota, sino la palabra. [...] los narradores del boom se habían negado a coparticipar, con el fluir espontáneo del habla popular, en el proceso de reidentificación cultural de nuestra América a partir de la más elemental unidad literaria: el lenguaje.
De ahí que textos como Andando el tiempo, La revolución en bicicleta y ahora La sangre interminable, íntegramente estructurados sobre la base de la sintaxis y la semántica de la tradición oral popular, signifiquen una superación positiva y madura, tanto en lo cultural como en lo técnico, de aquella novelística, y reflejen, por tanto, con más cohesión y autenticidad, la imagen de la realidad americana.
Por eso no es de extrañar que se viertan como textos fronterizos. [...] En esta novela, Ibargoyen lucha por expresar ese territorio híbrido, en que se conjugan el español y el portugués, que es la frontera de su país y el Brasil. [...] En otras palabras, Ibargoyen parece decirnos: escribo así porque así habla mi gente. (Marcos, 1983a, p. 72)
Se trata de una escritura constantemente embebida del concepto de «frontera», rasgo distintivo de quien, como el autor, vivió en Rivera entre 1964 y 1970 para ejercer la docencia de literatura. Como él mismo ha explicado, en efecto, su mundo de referencia y sobre todo la facundia de un castellano permeable en su morfosintaxis por el portugués:
surge a partir mis primeros encuentros y desencuentros en la frontera, con el tiempo en que compartí la existencia de cada día junto a tanta gente que -de alguna trabajosa manera- se fue haciendo personaje multiplicado que me empujó a escribir lo ya inventado, vivido, dolido, desvanecido, concretado y soñado también, y lo que yo he tratado -aun más trabajosamente- de imaginar. (Palacio Gamboa, 2019)
Rivamento, por lo tanto, se convertía en un espacio idiomático-ficcional limítrofe, un lugar de mestizaje crucial para entender lo que algunos críticos han definido literatura ectópica:
una literatura que ha sido escrita por autores que se han desplazado de su lugar de origen a otro lugar, implicando ese desplazamiento en muchos casos inmersión en una realidad lingüística distinta de la de origen e, incluso, cambio de lengua. (Albaladejo, 2011, p. 145)
Es importante precisar, además, que el tema del desarraigo, íntimamente vinculado al de la frontera, fue una constante en la vida de Ibargoyen Islas debido también a su exilio en México durante los años de la dictadura (1973-1985). Sin embargo el exilio, que por sí mismo conlleva abandono, puesto que obliga a vivir en la frontera (lingüística, cultural, religiosa, política), terminará por convertirse para Ibargoyen Islas en una condición perpetua, llevándolo a sentirse perennemente, incluso tras la conclusión de su exilio, como un hombre de los bordes, de la orilla: «yo soy el territorio móvil donde continúa procesándose un cambio espiritual, afectivo, cultural e ideológico que tal vez nunca llegue a un final». (Muñoz, 1994, p. 35)
Estas circunstancias de vida excepcionales repercutieron de una manera definitiva e indeleble en la escritura del autor quien, en opinión de Coll (1997), para representar de una manera fidedigna el sincretismo, el mestizaje y la interferencia lingüística fronteriza, fue capaz de crear una tercera variedad lingüística, un sistema intermedio, ni español ni portugués, que no se limita simplemente a un uso ocasional de ciertos vocablos, porque:
Lo original de Ibargoyen no radica en que se asoma esta tercera lengua en un diálogo ocasional o en una pincelada más o menos pintoresca sino que toda la cosmovisión del narrador, toda la psicología de los personajes, toda la estructura lingüística de la prosa se apoyan en ella. (Marcos, 1983b, p. 62)
La representación de la pobreza
Para interpretar adecuadamente la producción de Ibargoyen Islas es necesario tener presente un dato patente e incontrovertible: la centralidad de dos de sus experiencias vitales. Podemos hipotetizar, sin temor a equivocarnos, que la larga estancia en la frontera entre Uruguay y Brasil junto con la de exiliado en México transformaron a nuestro autor, al hacerlo testigo de un mundo destruido por guerras, violencia y terrorismo y oscilante entre el enriquecimiento salvaje y la miseria globalizada y entre el desarrollo y el analfabetismo, en una criatura del «borde». Un «borde» que hay que entender no solo en su acepción espacial, sino más bien como linde entre mundos distintos y opuestos.
El volumen que aquí nos ocupa, Porca miseria, recoge diecinueve relatos testimoniales que se desarrollan alrededor de un tema común, la miseria, analizándola a través de dramáticas situaciones vividas directa o indirectamente por el autor. Esta condición, resultado de las profundas contradicciones desgarradoras del continente latinoamericano, es asumida como la lente de lectura fiel e incontestable de los retratos de vida allí esbozados, que tienen como fondo varias ciudades de América Latina (Montevideo, Santiago de Chile, Asunción, etc.).
Los protagonistas de los relatos son los elementos catalizadores de desesperadas tragedias humanas y sociales, que se desarrollan dentro de las más heterogéneas circunstancias, desde las más íntimas (familia, amor, sexo) hasta las más eminentemente civiles y públicas (la participación en la vida de la polis, la militancia política, etc.). Se trata de narraciones que, concebidas por un hombre que se siente permanentemente confinado, permiten cumplir, en una transición ininterrumpida, una peregrinación laica por y en el recuerdo.
La memoria, en efecto, se transforma en la materia viva de tramas que son —solo aparentemente— privadas, enhebrándose por las estaciones más significativas y de metamorfosis de la historia de esas comunidades, a partir de la llegada de olas de inmigrantes y la transformación social, económica y demográfica de las ciudades:
creo que ya hablamos de la crisis de entre guerras que afectaron la producción agropecuaria y del decaimiento de la mesocracia junto con el aumento de la desocupación entre la población obrera. Pocos quedaron fuera de aquel retroceso social y cultural. Circulaban rumores de nuevos golpe de Estado, el último era una mancha reciente en un país llamado democrático y hasta admirado por esa tradición, en un continente de ostensible inestabilidad política, donde el peso de los ejércitos era una negación de la libertad y los asaltos al poder, aun a nivel palaciego, solían basarse en violencia y sangre. Estábamos asentados en un suburbio de la capital que en unas tres décadas sería conurbado. En comparación con las viviendas de la zona, de un solo piso y construidas por sus dueños con materiales baratos, pero a base de piedra, cemento y ladrillos, con techos de lámina gruesa sostenidos por vigas de sólido maderamen, nuestro chalet semejaba un castillo renacentista. Solo faltaban estandartes y pendones rojos, azules, dorados. La mayoría casi absoluta de los vecinos provenía de Europa central y del Mediterráneo. Eran campesinos sin tierra, obreros sin fábrica. Se asentaron allí y el suburbio cambió de manera insospechada. [...] allí se ejercía el intercambio, el dinero no operaba en las transacciones necesarias para el vivir de cada día. Las familias eran verdaderos clanes y su unión originó el nombre de la tribu de la estación. (Ibargoyen Islas, 2016, p. 65)
Llegando a la instauración de regímenes autoritarios:
Sería complicado relatar este espacio y la complejidad de los procesos políticos de esa época. En el país había guerrilla, cuya derrota anticiparía el golpe de estado en el siguiente año, golpe contra el pueblo y sus organizaciones democráticas. De ahí el origen de la dictadura cívico-militar con apoyos imperiales, que durará cerca de doce años, de ahí la salvaje represión, la tortura, las desapariciones, las cárceles, la sociedad despedazada, el exilio. (Ivi, p. 72)
Además, la constatación de la extrema diversidad cultural de las tierras fronterizas:
Casi una década fui habitante de villas o ciudades fronterizas.... dos poblaciones pegadas, como avanzadas que fueron en el siglo XIX. La de Brasil nación que no olvida su pasado imperial establecida con antelación a la de Uruguay, fundada como respuesta geopolítica en cuanto contención de posibles expansiones. Mundo complejo, bi o trilingüe (español, portugués, portuñol) mentes cruzadas por la lentitud histórica, imaginario social saturado de creencias antidialécticas y sincretismos religiosos codiciados por los antropólogos. Ir y venir sin pausa a través de una frontera vulnerable, lindes que sugerían más las misturas que las separaciones, solo calles, avenidas y plazas. (Ivi, p. 100)
permite al autor reflexionar sobre cómo la inmersión en esos contextos complejos repercute incluso en su manera de pensar, sentir y escribir:
Ese cambio en el habla y por lo tanto en el pensamiento, es decir, una oralidad sin apoyo gramatical, y el uso del vesre (modalidad consistente en cambiar el orden de las sílabas: Tojacin por Jacinto, v.g.) se trasladó años más tarde a la escritura narrativa, asunto que no han aprobado algunos de mis lectores y críticos, mientras que en la poesía se ha dado una percepción escatológica de la realidad, pienso que originada en mis vínculos y vivencias con el inmedible ámbito del pobrerío maloliente. (Ivi, pp. 31-32)
El realismo se confirma como elemento irrenunciable, plasmándose en un entramado textual denso de expresiones propias de cada país latinoamericano (nomás6, guagua7) y de transcripciones fonológicas del habla popular: nótese la velarización del fonema inicial bilabial («Está güeno, señora [...]») y la elisión de las sílabas («Ta' bien, mi negro [...]»; «sí tiene que caminar pa'tras»; «ella se jué p'al cielo») (Ibargoyen Islas, 2016, pp. 24, 38, 150, 151).
En efecto, añade Coll (1997, p. 749), en la narrativa de Ibargoyen Islas se transfieren todas las características de un lenguaje identificable «con un español rural, no normativo, que elide la «-d» final acompañada, probablemente y a saber por el acento escrito en estas palabras, de una apertura del segmento vocálico anterior» (usté, verdá, mita, atividá, humedá, etc.), que produce formas peculiares, por ejemplo, véase la resultante de la combinación del fenómeno del vesre con una —supuesta— forma plural de los pronombres indefinidos: «No tengo compromiso con naides» (Ibargoyen Islas, 2016, p. 46).
Si en lo que concierne a la morfología verbal abundantísimos son los casos atribuibles al voseo (sabés, decís, debés, querís, mirá, vení, decime, etc.), en lo que atañe al léxico se aprecia el recurso a la riqueza del habla latinoamericana («¡Chau, doña!»)8, y a toda su viveza expresiva, a menudo, de base portuguesa9 (gurí10, majuga11) y guaraní (karaí«blanco»; chamigo, unión entre che «yo/mi» y «amigo»; téra «nombre»; karakara «carancho»; ñepá «deforme»; mitarusu «muchacho», etc.) (Ibargoyen Islas, 2016, pp. 92-97).
El afán constante de verosimilitud influye también en la selección de las estrategias discursivas: para enfatizar la mordacidad de las descripciones, proliferan arbitrarias alteraciones de palabras tal vez para crear un efecto onomatopéyico («A ver, pibes, ¡saquen la pistola y empiecen: chás, chás, chás! ¡A ver quién larga el chorro más lejos!»)12; para acentuar ciertos rasgos, se altera la estructura del enunciado («Regresé corriendo a la casa a buscar el libro aquel») (Ibargoyen Islas, 2016, p. 47).
Todas estas características expresivas hacen que la explosión de la miseria en el relato sea aún más impetuosa y eficaz. A través de las terribles condiciones de vida de las poblaciones, la carencia (en palabras del autor) es minuciosamente narrada y explicada:
Las diferencias discriminatorias se percibían no solo en la calidad de los edificios, sino en el trato cotidiano entre las familias. [...] Rememoro el descenso por aquella escalera como una entrada al infierno, luego de pasar el tramo de entrada y un zaguán estrecho, pues por esos tiempos de infancia-pubertad yo había leído trozos de La divina Comedia [...] lectura y realidad se entretejían en tales tiempos de frescura neuronal. Al pie de la escalera de piedra y cemento iniciaba un apretado pasillo, como excavado entre las húmedas y descascaradas paredes de las casas vecinas. Del lado derecho de quien entraba al pasillo, había dos puertas separadas por unos pocos metros...al final del camino estaba un tendedero exhibiendo sábanas deshilachadas, camisas deformes, pañales amarillentos, todo aquello soltaba, como escribió Pablo Neruda, lentas lágrimas tristes. (Ivi, p. 79)
Para que las páginas entreguen al lector representaciones lo más verídicas posible abundan descripciones plásticas de la pobreza en las cuales, gracias a una muy cuidadosa selección del léxico y a una muy enfática adjetivación, se evocan las sensaciones físicas que proceden de ese estado. Los sentidos, así, se hacen «medidores» de la miseria. La vista y el olfato, sin duda alguna, resultan los más potentes, ocupando siempre un espacio preferente:
la boca y los escasos dientes surgieron de la apertura del enredado bigote y la barba, otros gruñidos fueron emitidos, como tratando de copiar algún idioma humano. Vi que el cuerpo, es decir, la totalidad del hombre, estaba en situación de desnudez; a un lado, una manta de lana no muy gruesa, lastimada por manchas y fluidos orgánicos...(Ivi, p. 17);
La doña Leucosia, sentada con todo y su gordura en un sillón desviscerado, color nada y vi que uno de sus párpados estaba derrumbado, y vi que el otro apenas si tapaba un ojo todo blanco que me hizo recordar una pelota de tenis (Ivi, p. 24);
La hediondez aquella sí se encarna en imágenes olfativas y en cualquier momento, por eso tal vez llegué a escribir, ya de poeta joven, sobre ese olor de la miseria/que castiga para siempre ( Ivi, p. 13);
Mientras esperaba una respuesta, percibí hedores conocidos y no menos vomitivos, una revoltura de gases que casi podía tocar: el olor general de la miseria. [...] Si fuera universal ese olor, ¡qué absurdo aporte habríamos hecho a lo eterno que, según el Rig Veda, es uno pero tiene muchos nombres! (Ivi, p. 16)
La crueldad se entrelaza con la ironía amarga, mezcla que contribuye a potenciar el horror derivante de las prácticas «sanitarias» a las cuales las mujeres se ven sometidas, de los abusos cometidos contra ellas (como en el caso de la negrita barriguda —apodada la Negritafea—) y de la difusión de la prostitución tanto femenina («Doña Francisca es la dueña del quilombo, trajeron mulatas de la frontera norte, pobres gurisas hambrientas de nacimiento» (Ivi, p. 47), como masculina («Así era, y lo supimos mucho después, un intercambio de sexo por comida») (Ivi, p. 20):
Tres hermanas alquilaban su vientre para fecundación artificial. Ahora lo digo críticamente: en el mundo hay incontables ombligos, ¿por qué ver solo el propio? (Ivi, p. 86)
Viste, che?13
La negrita barriguda. parece que fue el baboso del padre.
No, mira, seguro que fue el hermano, ése que anda con todas [...]. (Ivi, p. 14)
Uno de los aspectos más sorprendentes de la obra, sin embargo, es la propensión a alternar fragmentos rebosantes de una oscuridad fruto de la decadencia material y espiritual:
Cada núcleo barrial marcaba sus linderos aunque había franjas como tierra de nadie, lo que estimulaba conflictos perturbadores. Eso sucedía y aún sucede en los barrios carenciados (Ivi, p. 45);
Mire, patroncito, la verdá que ni sé porque se mistura la gente de los ranchos, usté vio, somos unos cuantos. es un pueblo de ratas, tal cual. (Ivi, p. 124)
con otros impregnados del esplendor de la cultura. Durante los veranos en Sacramento, cuenta el autor, los sobrinos lo habían hecho acercarse a la literatura brasileña (Jorge Amado, Erico Verissimo, Graciliano Ramos), aprendiendo durante esas estancias a relacionarse con «lo diferente» (Ivi, p. 55):
En mis viajes a la zona frontera norte, pegada a Brasil, aprendí pasadas dos décadas qué significaba ese término dotora: una especie de hembras sabias por naturaleza, que adivinan el futuro para que sea otro y que modifican tus vidas anteriores para ubicarte en un presente tan fugaz como el Universo. También atienden tus asuntos de amor, se ocupan de finanzas imaginarias, leen con ojos antiguos los trazos y líneas de tu mano, descifran cada pestañeo tuyo y cada temblor labial cuando te refieres a tu desarticulada existencia. Además aquellas tres musas de arrabal de borrosa edad amortiguaban urgencias y otorgaban placeres como madres incestuosas y vencedoras de las demandas casi infantiles del llamado macherío universal. (Ivi, p. 35)
Todos estos elementos forman parte de un gran caleidoscopio narrativo en el cual el juego de contrastes, el recurso a todos los matices del habla oral y a todas las estrategias discursivas sirven para primero descodificar y después transferir al lector un mundo real.
Conclusiones
Ibargoyen Islas emplea un estado físico y moral, la pobreza, asumiéndola como clave de lectura —fidedigna— de la historia y de la vida de comunidades enteras, que él decide explorar a través del recuerdo. Porca miseria, así, nos parece una excelente oda a la fuerza de la memoria que, sin embargo, nunca es autocelebrativa, sino más bien energía viva y vital y en cuyas páginas algunos críticos han detectado el germen de una nueva sensibilidad lírico-narrativa, que hace que el autor:
sobrevuele contemplando (y esta es una actitud de compenetración imprescindible en toda empresa mística) con más pietà que terribilità las praderas de una memoria carcomida por la miseria de amor hasta desembocar en una tonalidad elegiaca capaz de hipnotizarnos las entretelas con una especie de esperanza en llaga viva que puede (¡CÓMO NO VA A PODER! se encresparía Vallejo) azular y planchar todos los caos. El pueblo hondo lo sabe. (Giovanetti Viola, como se cita en Ibargoyen Islas, 2016, pp. 9-10)
El recuerdo, así, resulta dotado de una connotación espacial integral, porque va mucho más allá de los lugares físicos donde se han producido las experiencias relatadas, adquiriendo la fisonomía del límite entre presente y pasado que puede salvar al hombre y, tal vez, del recordar mismo:
Es probable que la memoria («es el hilo del ser», dijo Alfonso Reyes), al defendernos a veces del dolor, de la decepción, de la desesperanza, simultáneamente apague o atenúe en nuestra ánima la necesidad de recordar, con lo que dificulta alcanzar momentos vitales de más alta trascendencia. (Ivi, pp. 154-155)
Notas
1 Profesora asociada de Lingua e traduzione —lingua spagnola— en la Università degli Studi della Tuscia. Sus investigaciones se desarrollan en el área de la Lingüística aplicada, con especial atención por la Didáctica de E/LE, el Análisis del Discurso, el Español para fines específicos. Entre sus publicaciones recientes destacan: La estructura informativa para el aprendizaje de la lengua extranjera, Lingue e Linguaggi, No. 36, 2020; Rafael Gutiérrez-Colomer, Tipos populares santanderinos. Santanderini famosi. Traduzione, introduzione e note di Roberta Giordano, collana Archipiélago, Solfanelli Editore, 2021; «Ir a + infinitivo» y su potencial comunicativo, Círculo de lingüística aplicada a la comunicación, No. 89, 2022.
2 Ibargoyen fue autor de muchísimas poesías. Cabe señalar: El otoño de piedra, 1958 (Premio Municipal); De este mundo, 1963 (Premio del Ministerio de Educación y Cultura); El escriba de pie, 2002 (Premio Nacional Carlos Pellicer).
3 El poema de corte coloquial era un espacio abierto más visual, en el cual la adopción de precisas estrategias de redacción (el uso de diferentes tipografías, la supresión total o parcial de los signos de puntuación, la introducción de la vírgula (/) entre fragmentos versales, del sangrado o del espaciado entre palabras, de la unión o separación de palabras mediante guiones en un mismo verso) servía para que el lector ajustase el verso a su ritmo y, sobre todo, para estimular «otras» lecturas. Se puso en marcha, en otras palabras, un auténtico proceso de democratización del verso: el recurso al paréntesis para destacar su carácter polifónico, las comillas para simular su carácter dialógico, los asteriscos para señalar un cambio de voz o un mensaje citado fueron sus herramientas expresivas más habituales. (Alemany Bay, 2015)
4 Con este término se hace referencia a una variedad que, a pesar de estar difundida mayoritariamente en la frontera uruguayo-brasileña, se ha propagado en algunas zonas internas también de Uruguay y la cual, atendiendo a los lingüistas, se catalogaría entre los dialectos fronterizos o dialectos portugueses de Uruguay. (Lipski, 2009)
5 Véanse a Eliseo Salvador Porta, Agustín Ramón Bisio, José Monegal. (Varsi de López, 1967).
6 Nomás. Adv. Arg., Chile, Col., Ec., El Salv., Hond., Méx., Par., Perú, Ur. y Ven. U. en oraciones exhortativas, generalmente pospuesto, para añadir énfasis a la expresión. Pase nomás. Atrévase nomás. Real Academia Española (2023). [https://bit.ly/4dW6lGN]. Cit. en Ibargoyen Islas, S. (2016), p. 80.
7 Guagua. Del quechua wáwa. 1. f. Arg., Bol., Col., Ec. y Perú. Niño de pecho. En Ec., u. c. m. y f. Real Academia Española (2023). [https://dle.rae.es/guagua?m=form]. Cit. en Ibargoyen Islas, S. (2016), p. 152.
8 Chau. 1. interj. coloq. Arg., Bol., Chile, Guat., Par., Perú, P. Rico y Ur. chao. Real Academia Española (2023). [https://dle.rae.es/chau?m=form]. Cit. en Ibargoyen Islas, S. (2016), p. 134.
9 El portugués fronterizo usado por Ibargoyen Islas ha sido definido por Elizaincín una forma intermedia con características que no se encuentran ni en español ni en portugués, mejor dicho, formas mixtas de base predominantemente portuguesa. La mayoría de los personajes de Ibargoyen Islas hablan una variedad socialmente desprestigiada, oral, coloquial, que no ha sufrido ni correcciones ni codificación ni normalización. El autor por lo tanto se pone a prueba con la dificultad que supone representar la oralidad. Elizaincín, A., Behares, L. E., Barrios, G. (1987). Sobre este tema véase también a Coll & Bertolotti (2017).
10 Gurí. 1. m. y f. rur. Arg. y Ur. Niño, muchacho. Real Academia Española (2023). [https://bit.ly/4bzjjss]. Además esta voz derivaría de una voz portuguesa, a su vez procedente de un vocablo de origen tupí: del port. GURI y este del tupí GWIRI. Academia Nacional de Letras del Uruguay. (2011). Cit. en Ibargoyen Islas, S. (2016), p. 25.
11 Majuga, «sardina pequeña». Real Academia Española (2021). [https://bit.ly/3R1g2dd] Cit. en Ibargoyen Islas, S. (2016), p. 110.
12 Chaschás//hacer chaschás. loc. v. inf. Dar palmadas en las nalgas. Academia Nacional de Letras del Uruguay (2011). Cit. en Ibargoyen Islas, S. (2016), p. 33.
13 Che. De la interj. che, con que se llama a personas y animales, interj. Val., Arg., Bol., Par. y Ur. U. para llamar, detener o pedir atención a alguien, o para denotar asombro o sorpresa. Real Academia Española (2023). [https://dle.rae.es/che?m=form].
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